En la meseta central de Santa Cruz, en otros tiempos poblada por mucha gente y más cantidad de ovejas, ha habido un proceso acelerado de despoblamiento de campos, al punto que dirigentes rurales estiman que cerca del 40% de las estancias están abandonadas. El fenómeno tiene muchísimas causas, pero una de las más determinantes es que en esa región austral, si ya llovía poco, cada vez llueve menos.
¿Se podrá revertir ese proceso? Todo parece indicar que será al revés, y que para fin de este siglo ese territorio “sufrirá un aumento de sequías”.
No es un pronóstico antojadizo. Para lanzarlo, investigadores del INTA Santa Cruz analizaron más de seis décadas de datos climáticos y proyectaron cómo podrían evolucionar las precipitaciones en distintos escenarios de cambio climático hacia el año 2100. El trabajo fue publicado recientemente en una revista científica y presentado en las jornadas ganaderas de Río Gallegos.
La falta de precipitaciones y los períodos de sequía son una preocupación constante para la ganadería de Santa Cruz. Este fenómeno -sumado a que los periodos de sequía se prolongan cada vez más- afecta la calidad productiva de los pastizales sobre los que se desarrolla la ganadería ovina extensiva.
En el INTA Santa Cruz se pusieron a estudiar este fenómeno. Y luego de analizar 60 años de registros pluviométricos hallaron “resultados contundentes” que afirman que “gran parte del territorio ya muestra una tendencia negativa en las lluvias y el panorama podría volverse aún más crítico hacia el año 2100”.
Uno de los responsables de la publicación, el ingeniero Leandro Almonacid, del Grupo Forestal, Agrícola y Manejo del Agua de la Estación Experimental Agropecuaria INTA Santa Cruz, explicó que en el estudio “se buscó conocer qué pasa en la provincia, cómo se distribuyen las precipitaciones, cuál es su dinámica y qué se espera a futuro, que es una de las grandes preguntas”.
“Este no es un problema futuro, ya lo tenemos hoy”, advirtió Almonacid y recordó que “la reducción de las lluvias y la ocurrencia de sequías han motivado en los últimos años declaraciones de emergencia agropecuaria en la provincia”, uno de cuyos correlatos es el abandono de grandes superficies de parte de la producción ovina.
Pero si el panorama ya parece grave, esta investigación alertó que “la investigación plantea que los impactos más directos recaerán sobre los pastizales, base de la producción ovina, lo que afectará la productividad de los sistemas”.
Con los datos de lluvias viejas y en base a modelos climáticos globales que ofrecen distintos futuros según el nivel de emisiones de gases de efecto invernadero, en el INTA proyectaron diversos escenarios. En el escenario más drástico, hacia finales de siglo se prevé una disminución de hasta un 30% en la precipitación anual en el centro y noroeste de Santa Cruz.
En cuanto a la dinámica de las sequías, se observan dos zonas contrastantes: en el oeste, menos eventos, pero más largos y severos; en el centro y este, mayor cantidad de episodios aunque de menor duración y severidad.
En este contexto desafiante, “los productores deberán evaluar qué medidas adoptar para disminuir este riesgo que está pronosticado”, avisaron los expertos. Está claro que el panorama será peor.
Desde INTA no dan la lucha por perdida y barajan una serie de alternativas y estrategias que podrían ser de utilidad para los productores, tales como las técnicas de suplementación (aunque ser muy costoso los fletes desde zonas productivas con excedentes forrajeros), la exploración de alternativas de extracción de agua (para poder regar y suministrar bebida al ganado), la posibilidad de dividir los campos para un mejor manejo y la autoproducción de forraje. También resultan claves la conformación de redes de alerta por sequía y el monitoreo continuo de los campos para anticipar y enfrentar situaciones críticas.
La publicación utilizó la base de datos global CRU para analizar el comportamiento de las precipitaciones entre 1961 y 2020. Los resultados muestran un marcado descenso de las lluvias anuales y estacionales, con las tendencias negativas más pronunciadas en el noroeste provincial, especialmente en los meses de otoño e invierno.
Para proyectar el futuro, los investigadores recurrieron a los modelos climáticos globales del consorcio CMIP6, que ofrecen simulaciones bajo distintos escenarios de emisiones. De los 27 modelos disponibles, seleccionaron los cinco que mejor representaban la dinámica de la provincia en un período de referencia (1995-2014). Con ese ensamble se elaboraron proyecciones para dos horizontes temporales: 2041-2060 y 2081-2100.