Si hacemos una analogía con un ballet clásico, lo que sucede dentro de las células bien podría estar en la cartelera del Teatro Colón. Y es que, gracias a décadas de investigaciones, hoy se sabe que los genes son los que producen todas las proteínas necesarias para la vida, en un proceso que es muy preciso y coordinado y que requiere de su director de orquesta: La proteína PRMT5.
Un equipo de científicos del Conicet, el Instituto Leloir y la UBA evaluaron cómo esa proteína funciona de “amortiguador” en esa performance, lo que permite que se desarrolle la vida sin grandes cambios entre ejemplares de una misma especie y genera que muchas diferencias genéticas queden solapadas.
Si bien esta función es necesaria y deseable, los especialistas detectaron que, si se inhibe esa proteína, las diferencias genéticas se expresan con mayor facilidad. Llevado a campo, demostraron que puede servir para hallar distintos fenotipos en especies vegetales y desarrollar cultivos tolerantes a determinadas condiciones, pero a la vez que puede ser promisorio en tratamientos contra el cáncer.
“Encontramos en plantas un mecanismo que atenúa el impacto de las diferencias genéticas: Si la proteína PRMT5 no está presente, esas disparidades se maximizan, aun en ejemplares pertenecientes a una misma especie”, explicó Marcelo Yanovsky, que es codirector del trabajo e investigador del Conicet.
El efecto inmediato de eso lo vieron con las “ratas de laboratorio” que usaron, dos cepas genéticamente distintas de la planta Arabidopsis thaliana. Con la proteína activa, ambas mostraban características físicas casi indistinguibles, como la forma de las hojas o el momento de floración, lo que no sucedió entre los ejemplares que no contaban con la PRMT5.
“En su ausencia, las diferencias genéticas latentes se desataron, lo que se tradujo en diferencias fenotípicas mucho más pronunciadas”, observó Yanovsky, que calificó a los resultados de “sorprendentes y reveladores”.
Quedó demostrado que, si se desactiva esa particular proteína, se pueden encontrar con mayor facilidad nuevos fenotipos en las plantas, es decir, variedades con características físicas específicas. Así, por ejemplo, podría aprovecharse para obtener cultivos que toleren determinadas condiciones ambientales, como bajas temperaturas o falta de agua.
Lo que resta, hacia adelante, es saber cuál será el efecto concreto en la salud humana. De hecho, ya hay varias investigaciones oncológicas que evalúan cómo inhibir la presencia de PRMT5, que se sabe que está involucrada en varios tipos de cáncer.
“Si ocurre lo mismo que en las plantas puede tener implicancias potenciales sobre muchas de las terapias”, explicó Yanovsky, que asegura que el reciente descubrimiento podría ayudar a identificar quiénes se beneficiarán o no con un posible tratamiento.