El presidente Donald Trump instó a China a cuadruplicar sus importaciones de soja estadounidense para reducir su superávit comercial con EE.UU. en el marco de las negociaciones comerciales que emprenden ambas naciones.
“Nuestros grandes productores producen la mejor soja. Espero que China cuadriplique rápidamente sus compras de soja de EE.UU. Esa también representa una forma de reducir sustancialmente el déficit comercial de China con EE.UU.”, publicó Trump en redes sociales.
La declaración de Trump es más una señal de desesperación que una amenaza, ya que las corporaciones chinas no compraron una sola tonelada de soja estadounidense correspondiente a la campaña 2025/26, que comenzará a recolectarse en septiembre próximo.
Se trata de una situación inédita que explica en gran medida el diferencial negativo que tiene el valor FOB de la soja estadounidense con respecto al poroto originado en Brasil y la Argentina.
Por otra parte, en los últimos meses China además comenzó a reducir las compras de soja estadounidense de soja 2024/25 para concentrar la adquisición de embarques provenientes de Sudamérica.
En condiciones normales, China representa el 25% de la demanda total de la soja estadounidense, lo que implica, por el volumen en cuestión, que no existe ningún otro mercado que pueda reemplazar ese destino clave.
En ese marco, si las negociaciones entre EE.UU. y China fracasan, entonces cabe esperar que el mercado global de soja consolide el proceso de desdoblamiento para ensanchar el diferencial entre el FOB Golfo de México (EE.UU.) versus el FOB Paranaguá (Brasil) y Rosario (Argentina).
Si bien, a priori, eso representaría una ventaja para la soja sudamericana, podría derivar en mayores presiones de EE.UU. a la Unión Europea para que el bloque de 27 países priorice las compras de harina de soja estadounidense en desmedro de la proveniente de la Argentina y Brasil.
En tal escenario, el país más perjudicado sería la Argentina, dado que la mayor parte de la oferta exportable del complejo oleaginoso se embarca como harina de soja y el país no cuenta –como sí tiene Brasil– con una industria robusta de proteínas animales con capacidad de absorber el stock de ese insumo.