En cada recorrida que hace por los pasillos de la Exposición Rural, Juan Insaugarat no deja de acumular saludos. También recibe consultas, muchas. Algunas son más urgentes que otras, pero ninguna queda sin respuesta. Con 38 años seguidos dentro del grupo de veterinarios que conforman la guardia médica del predio, su consejo y asistencia es, para muchos cabañeros, una garantía.
Disponer de casi 45 minutos de su tiempo para hablar solo fue posible gracias al grupo de seis profesionales que lo acompañan, y que rotan las 24 horas, durante los casi 15 días que dura la muestra. Aunque no se asume como el capitán del equipo, su trayectoria lo convierte, casi de forma obligada, en uno.
“No sé si nos está preparando para su retirada, pero sí nos indica cosas que pueden ser muy útiles para la atención rápida de los animales”, dice Federico Pérez, un veterinario de Chascomús especializado en equinos, que se sumó hace 4 años a la guardia.
Si bien la emergentología no es una especialidad como tal dentro de la carrera de veterinaria, eso es lo que ellos ejercen en la Exposición. Basta con un llamado para que alguno de estos profesionales se apersone en uno de los cientos de boxes que llenan los pabellones Amarillo y Ocre, del predio de Palermo.
“Esta guardia empezó en 1988, hace ya mucho tiempo. Antes no existía. Sabíamos que no se debía dejar librado al azar el hecho de que un animal se pudiera enfermar. Y aquí eso sucede, porque padecen cosas, se golpean, se estresan, ya que están en un hábitat que no es el que les corresponde. Imaginate que vienen del campo a esto”, contó Insaugarat, durante una charla con Bichos de Campo.
“Acá hubo una modificación edilicia importante, porque este lugar estaba formado por galpones abiertos. Estaba todo muy aireado. Los veterinarios que venían en ese entonces lo hacían acompañando a las cabañas, pero no era como ahora. Este es un servicio que brinda la rural, y que fue esponsoreado por distintos laboratorios. Desde hace 7 años nos acompaña Biogénesis”, indicó a continuación.
A las modificaciones en la infraestructura le siguió un cambio en la variedad de especies asistentes, que años atrás llegó a contar con nutrias, patos y avestruces. Insaugarat recuerda a estas últimas especialmente, porque fue él quien se encargó de suturar el cuello de un ejemplar, que durante la noche se había cortado con una reja.
“No sabés lo que era el corte. Después vino la dueña a preguntarnos cómo habíamos hecho, porque son animales muy sensibles. A los tres días estaba perfecta”, señaló el veterinario, que en su vida cotidiana trabaja en la zona de Saladillo.
Hoy el plantel de animales se integra, principalmente, por bovinos, ovinos, equinos, caprinos y porcinos. Muy por detrás quedan los conejos y las aves, estas últimas sin representación luego de los brotes de influenza aviar de los últimos años.
Pero aún frente a animales tan distintos, los casi 40 años de vida que acumula la guardia les ha permitido a sus integrantes estimar mejor los posibles casos a tratar.
“La primera semana, por lo general, son casos de diarreas digestivas, porque no hay adaptación al alimento, o a veces tampoco al agua. Nosotros sugerimos que no se les de tanta de golpe. Es algo más de manejo eso. En la segunda semana suelen aparecer las enfermedades respiratorias, siendo la niña bonita la neumonía. De todas maneras hay vacunas para prevenir los casos más típicos de estas”, afirmó Pérez, que añadió que existe un manual sanitario y de manejo que se le envía a los productores previo a la muestra.
Aquel incluye vacunas preventivas, algunas vitaminas y consejos de manejo para disminuir el estrés de los animales. Todo esto sin contar la aplicación de las vacunas obligatorias como aftosa, brucelosis y carbunclo.
“Nuestra función es estar disponibles y atender emergencias. Lo bueno del sistema que tenemos es que no necesitamos estar permanentemente en ronda. Visitamos a partir de un llamado, y estamos en comunicación también con Senasa. Somos 6 veterinarios y un asistente, que atendemos entre 250 y 300 casos por exposición”, estimó Insaugarat.
Teniendo en cuenta que la muestra cuenta con más de 2000 animales, esa cantidad de visitas puede parecer un número abultado. Sin embargo, la cifra clave es la los decesos, que este grupo de profesionales ha logrado mantener en niveles casi inexistentes.
“Las pérdidas son prácticamente nulas. El año pasado tuvimos el deceso de un ovino. En una oportunidad llegamos a perder entre 5 y 7 animales, que se infectaron por un alimento. Pero la verdad es que casi no tenemos registro de muertos”, reconoció el veterinario.
Entre los casos más complicados para atender, los partos encabezan la lista, ya que el estrés de los animales hace que sean más lánguidos, y que los profesionales deban realizar tracciones forzadas.
“La verdad que no está bueno que eso suceda acá. Este año todavía no tuvimos uno pero seguramente haya. Son conflictivos porque corre riesgo el feto y tenés que estar muy atento para atenderlo. Nosotros estamos preparados también para eso, con oxígeno y con alguna rehabilitación para animalitos que no nacen con tanta vitalidad”, indicó Insaugara.
En este sentido, Pérez consideró: “La ventaja de estar acá es que ni bien el cabañero detecta algo, lo agarrás muy rápido. Actúas y solucionas rápido. El ambiente nos permite manejarnos de una forma muy presente. Es una ventaja grandísima. Si nos pasara en el campo, nos llamarían a los dos o tres días, cuando el caso ya está avanzado”.
Esa es, quizás, una de las cuestiones que más atrae a los veterinarios, que ven a esta muestra como uno de los mejores momentos de su año.
“No tenemos oportunidad de atender y de hacer un seguimiento tan personal como lo hacemos acá. No existe en ninguna otra parte. Nosotros dependemos de una buena anamnesis, de preguntas y respuestas para saber qué es lo que pasó, qué comió el animal, cuándo arrancaron los síntomas. Ya con eso podemos tener un panorama, y de ahí arranca la inspección clínica. Ahí es que empezás a entablar una buena relación con los cabañeros”, explicó Pérez.
Y añadió: “A eso se suma que acá están los mejores animales de Argentina. La mejor genética para atender está acá”.
Para Juan, en cambio, lo que media es el olfato y una pasión incontrolable.
“Todos los años, cuando me voy, miro mucho, para todos lados. Sé que me va a traer mucha nostalgia. Yo tengo dos compañeros, que tuvieron que dejar la guardia por otros motivos, que se quedaron muy pegados y cuando llega esta época del año sienten que les falta algo”, sostuvo.
Prueba de ese esfuerzo y compromiso fue la perdida de momentos familiares importantes.
“Yo tengo tres hijas, y estaba acá cuando una de ellas nació. Hay que tener mucha responsabilidad. Somos pocos y sabemos que no podemos fallar. Gracias a dios tengo salud. Esto es superior a cualquier cosa, es un vicio. Son 15 días que no son tan 15 días. Acá vivís intensamente todo, y bien enchufado, porque cualquier cosa te puede desequilibrar. Pero nos atrae”, reconoció Insaugara.
Al final de la entrevista, Juan y Federico ingresaron al pabellón amarillo, listos para volver a la acción. En menos de un minuto, ya se encontraban revisando la pata de un toro dolorido.