La semana anterior contábamos que la situación de Alimentos Refrigerados Sociedad Anónima (ARSA) no estaba bien, que la combinación productiva y laboral no estaba brindando el resultado mínimo para sostener la situación de la empresa y ahora se corrobora esto con una comunicación formal.
La Suipachense, a cargo del grupo venezolano Maralac, de los hermanos Carlos y Alfredo Fernández; y del empresario argentino Claudio Raffaniello, es quien ayuda a gerenciar ARSA. Esta semana tocó un punto de compleja solución. Según lo describen en una carta dirigida a sus colaboradores, destacan “un contexto de creciente complejidad operativa y financiera”.
El texto detalla que “en los últimos días se han intensificado una serie de dificultades que impactan directamente en nuestras operaciones; los corte prolongados de suministro eléctrico en las plantas, los embargos judiciales recientes en Córdoba, derivados de reclamos salariales individuales y la situación crítica de público conocimiento de Vicentin, que ha restringido significativamente el acceso a los recursos necesarios para sostener la actividad”.
La alusión se da por la influencia en ARSA del fondo de inversión BAF Capital, que era el controlador original de la empresa que produce los postres, yogures y flanes con marca SanCor y que no pudo con el desafío de la industria láctea, tal como sucediera con su referente Claudio Ciani a su paso por SanCor, o del fondo por otras empresas alimenticias.
“Pese a los esfuerzos que estamos realizando para resolver estos problemas, lamentamos informarles que, en este escenario, no podemos continuar con las actividades habituales durante los próximos 30 días”.
La situación, que venía complejizándose a gran ritmo después de la pandemia, con irregularidad en el pago de salarios, se profundizó aún más en mayo de 2024 cuando la Asociación de Trabajadores de la Industria Lechera de la República Argentina (ATILRA) impidió el normal funcionamiento de las plantas, lo cual generó un aislamiento productivo del que nunca se pudieron recuperar las plantas, e incluso se puede observar en los puntos de venta, donde sólo se venían alcanzando el 30 por ciento de los objetivos planteados.
De los entonces 500 empleados, en este momento sólo quedaban 240 trabajando, mientras que los salarios se cobraban con un recorte importante y en cuotas semanales de 15%.
La intención había sido poder acordar temporalmente la recuperación de todos los puestos de trabajo, con turnos alternados, el cobro del 50 por ciento del salario más un plus, pero la negociación no fue aceptada por ATILRA y en definitiva, la suma de causas hoy paralizan la empresa en sus dos plantas de Arenaza, en la provincia de Buenos Aires y de Monte Cristo, en Córdoba.
Retomando el comunicado, ARSA destaca que “en caso que las condiciones se modifiquen y podamos reactivar operaciones particulares o retomar turnos”, se mantendrá informados a los trabajadores “con transparencia ante cualquier novedad relevante”.
Esta transparentación de la debilidad de la empresa, y la paralización de las actividades, no hace más que abrir las posibilidades de apertura a nuevos negocios que se puedan dar en torno a las dos plantas que fueron propiedad de SanCor CUL, donde los productos originados por la Cooperativa son la única base productiva que pudo sostener la firma desde que se hizo cargo del negocio hace unos siete años, primero de forma parcial y luego de forma completa.
Si bien la cantidad de litros que venía procesando ARSA no son significativos para el plano nacional lechero, si lo es la situación laboral de 500 personas, activas o no, en estos días.