La charla con Juan Cruz Miranda, el ministro de Inclusión Digital y Sistemas productivos de Catamarca, empieza con un elogia a la diversidad de producciones que tiene esa provincia, y que choca de lleno con los preconceptos instalados en muchos argentinas, que piensan erróneamente que allí puede producirse poco y nada. Falso, totalmente falso. Quizás no haya provincia más diversa en la Argentina que Catamarca.
En la región este abunda la ganadería junto a plantaciones de maíz y soja, incluso para la elaboración de semillas. En la región oeste, los productores mantienen sus tradicionales producciones de nueces y viñedos. Mientras, en la zona del Valle Central cercano a la capital hay hortalizas de todo tipo y miles de hectáreas de olivares, aunque ahora muchos campos apuestan a diversificarse dando paso a la alfalfa.
En este variopinto de actividades, quizás la actividad más ancestral y a la vez compleja la tienen las comunidades andinas que pueblan y subsisten en la Puna Catamarqueña, con epicentro en Antofagasta de la Sierra. En esta región las condiciones naturales de altitud (unos 3.500 metros sobre el nivel del mar), de temperatura y de escasez de pasto y agua ponen limite casi todas las tareas productivas. En base a esta realidad, al productor le ha tocado aferrarse a sus saberes ancestrales y diseñar sistemas productivos basados en los ovinos y los camélidos, especialmente la llama.
Bichos de Campo entrevistó al ministro Miranda en el marco dela Feria de la Puna realizada a fines de febrero. Se trata de la actividad más tradicional de ese sector de productores catamarqueños, que crías sus propios animales por razones de subsistencia y suelen utilizar sus fibras para la confección de muy apreciadas artesanías.
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Pero además, allí en los últimos años ha crecido -de la mano de un trabajo conjunto del gobierno local y las comunidades-una nueva opción económica de raíz agropecuaria, que por lo tanto no es el litio (que también atrae millonarias inversiones hacia la región puneña). Se trata de aprovechar mucho mejor la cotizada fibra de la vicuña y tratar de consolidar un negocio de exportación que puede ser el de más alto valor de la Argentina, pues cada kilo se vende a unos 470 dólares, mil veces más caro de lo que en la zona pampeana puede llegar a cotizar la soja.
“La zona puneña tiene una realidad totalmente diferente. El productor aquí desafía todo tipo de condiciones naturales. Pero bueno, son comunidades ancestrales con un sistema productivo basado en los camélidos. La llama es el ganado por excelencia que tienen. Entonces el gobierno los ayuda a que tenga una mejor organización y un mayor crecimiento”, dijo en su diálogo con Bichos de Campo el ministro de Inclusión Digital y Sistemas Productivos de Catamarca, en el marco de la 34 Feria de la Puna,, donde esa cartera participa activamente en la organización e incluso presta su predio en Antofagasta de la Sierra para realizarla.
Junto a las llamas, que son animales domésticos y los catamarqueños han llevado orgullosamente a lucirse en la gran Feria Rural de Palermo, varias comunidades de productores se están especializando cada vez más en el manejo responsable de las vicuñas, que son animales silvestres y una especie protegida por las normativas internacionales.
“La vicuña es un animal silvestre que tiene un potencial muy grande. La fibra de vicuña por el micro espesor que tiene es única. Por eso la demandan empresas de alto nivel, como Loro Piana, que compran la fibra y la industrializan en sus casas matrices ubicadas fundamentalmente en Italia, para hacen prendas de altísima calidad que comercializan en los más exigentes mercados de de Europa”, detalló Juan Cruz.
El camélido vive en estado de silvestría. Pero en coordinación con la direccción de medio ambiente de la Provincia, distintas comunidades que conviven con la especie organizan cada vez con más frecuencia (usualmente en noviembre de cada año) los denominados Chakus, que son los encierres de esas vicuñas en una suerte de corrales montados sobre la aridez de la puna, para allí seleccionar los mejores ejemplares para la esquila racional. Luego de ese trabajo, se monitorea el estado de salud de los animales, se los identifica y se los vuelve a liberar. En la Argentina, suele hacerse en las provicnias de Jujuy y Catamarca, donde la población de vicuñas es más abundante.
Lo cierto es que ha aparecido una intensa demanda internacional por esta fibra, que es una de las más caras de todo el mundo. Y en emdio de este auge, el gobierno de Catamarca intenta ordenar esta actividad local sacar el mejor provecho económico para las comunidades. Usualmente las mismas se organizan en cooperativas para poder comercializar y eventualmente exportar la producción de esa lana. Ellas se quedan con entre 80 y 90% de lo producido, mientras que de 10 a 20% queda en manos de la Dirección de Ambiente, que debería venderla subsidiada entre los artesanos registrados de la región, que con ella elaboran los famosos ponchos catamarqueños y otras delicadezas. Una de esas prenda, en la feria de la Puna, podía llegar a cotizar en 4 millones de pesos.
Según los datos aportados por el ministro Miranda, aunque viene creciendo el número de vicuñas esquiladas bajo este sistema, hasta el momento llegan a solo 5.000 animales por año, cuando en la Puna de Catamarca existen una población de no menos de 60.000 ejemplares de esa cotizada especie. Por eso la aspiración oficial es elevar en las próximas temporadas el número de capturas en los Chaku a por lo menos 15.000 ejemplares. Eso podría permitir triplicar la producción de la fibra, y calmar así las tensiones que surgen actualmente entre los artesanos de la Ruta del Telar, que se quejan de la poca disponibilidad del insumo para ellos.
“Tradicionalmente este animal se utiliza para la obtención de la fibra. Pero ahora esa fibra que se utilizaba para hacer el típico poncho de vicuña catamarqueño, que tienen casi todas las personalidades mundialmente importantes, también puede ser vendida a mercados industriales de altísima exigencia. Entonces necesitamos, esquilar más vicuñas porque no se están esquilando ni el 20%. Necesitamos tener más fibra y que las comunidades empiecen a exportar”, señaló el ministro.
El ministro insistió en la necesidad de seguir ampliando mercados para esta fibra que actualmente se comercializa a uno 470 dólares el kilo cuando le piden del exterior.
“Lo que estamos tratando de hacer como gobierno es generar algunos procesos más. Por ejemplo la limpieza de la fibra y que haya más mano de obra en estas tareas”, especificó Miranda. Además consideró que es fundamental trabajar para mejorar las condiciones en que se realizan los chakus.
“Estamos tratando de ayudar a que se pueda optimizar la captura y la esquila. ¿Cómo se hace esto? Con módulos de manejo que incluyen cercos, postes, alambres, redes, mallas. El gobierno sí ayuda en eso porque son cosas costosa para que las comunidades pueden organizar mejor sus capturas o esquila”, contó el ministro.
Sobre el destino de las ganancias y el rol del gobierno como impulsor de las esquilas precisó Juan Cruz: “El porcentaje que queda para el Gobierno después de la esquila es de entre el 15 y 20% y se utiliza para venta subsidiada de los artesanos. Es decir para el mercado textil artesanal. Mientras que el otro 80 y 85% las comunidades lo exportan”.
-¿Con esto no se corre el riesgo de que falten fibras para los artesanos?– le preguntamos
-No, de eso nos tenemos que ocupar nosotros, pero necesitamos esquilar más y que no se compita con el mercado artesanal. Para eso hacemos estas inversiones en módulos. Como gobierno necesitamos esquilar, no digo las 60.000 vicuñas que estimamos que tiene Catamarca, pero sí mucho más de las 5000 que estamos alquilando hoy. Llegar a unas 15.000 ya sería un muy buen indicador como para decir que hay un nuevo sector exportador en la Puna de Antofagasta.
Bajo estas proyecciones, la fibra de vicuña podría ser un nuevo nicho de negocios en una zona donde además la minería despierta mucho interés pero a la vez atrae toda la mano de obra joven, “porque posibilita que haya niveles de calidad de vida muy superiores antes impensados”, aclaró el ministro. En esa competencia, Miranda no descartó que a corto plazo el manejo responsable de la vicuña le dispute mano de obra a la actividad minera, si se tiene en cuenta que se trata de un producto que llega alcanzar un precio de exportación muy elevado.
“Ahora los productores tiene ingresos interesante y esto es algo muy importante en estas comunidades que estaban mermando su población o emigrando los jóvenes. Ahora van a decir, me quedo acá y hago esto porque puedo tener buenos réditos”, señalo Juan Cruz Miranda.
-¿Como gobierno, qué otras acciones llevan adelante para mejorar la producción de camélidos en una lugar tan aparado como la Puna de Antofagasta?
-Lo que hacemos como gobierno es darle un poco de organización a la producción. Tratamos de aportar genética, ajustar todo lo que es la plataforma sanitaria. Con esta política de ser centro de servicio queremos lograr una buena genética de llamas y ovina, y ofrecer una buena asistencia técnica.
En ese sentido, el funcionario explicó que han decidido crear, en la casa de ganadería de altura que el Ministerio tiene en Antofagasta de la Soerra, un pequeño laboratorio “donde también le enseñemos a la gente a inseminar, porque no es complicado y no hace falta que lo haga un veterinario. Este es el proyecto que tenemos para adelante y la idea es hacer más eficiente, sin cambiarlo, al sistema productivo tradicional de estas comunidades”.
Un gran negociado del gobierno provincial. En lugar de fomentar que haya más artesanos tejiendo (y agregando valor a la fibra) hacen el negocio con los europeos y le dejan migajas a los lugareños (los artesanos se quejan que les dejan la fibra de peor calidad). Miranda tampoco dice que con la explotación del litio, las vicuñas (y otros animales de la puna) se están quedando sin agua para sobrevivir.