Se estima que los forrajes conservados, como silajes y henos, representan en promedio el 30% del consumo de materia seca en la dieta de los tambos. De acuerdo con los datos de la campaña 2023/24, se ensilaron un total de 2.396.000 hectáreas, 45% de las cuales correspondió a la lechería y el 55% a la actividad ganadera. Eso vuelve por demás importante su correcta conservación.
Teniendo en cuenta que la mayor proporción corresponde a maíz (59.9%), contra otros silajes de sorgo (10.1%) y verdeos (30%), especialistas del INTA Rafaela, en Santa Fe, analizaron el impacto de las estrategias de pre y post manejo de estos forrajes, poniendo especial atención en maíces afectados por achaparramiento durante la campaña pasada.
Eso se debe a que los daños causados por la chicharrita no solo afectaron el rendimiento del cultivo, sino también la calidad final del silaje, lo que repercute en su valor nutricional.
“El éxito del silaje de maíz depende de una planificación cuidadosa, de su correcta ejecución en el momento adecuado y de un monitoreo constante de factores que puedan comprometer tanto el rendimiento como la calidad del cultivo. Estas prácticas no solo aseguran la calidad del forraje almacenado, sino que también contribuyen a la rentabilidad y sostenibilidad de los sistemas de producción animal”, señaló Ainalén Carassai, especialista del INTA Rafaela.
De acuerdo con el investigador, es importante elegir el momento óptimo para realiza la cosecha del cultivo, ya que eso permite no solo aprovechar mejor los recursos invertidos sino también reducir las pérdidas de materia seca, energía y prolongar su conservación.
Durante el estudio se prestó especial atención a las condiciones climáticas registradas durante la campaña, que condujeron a una siembra escalonada del maíz ante la falta de agua. Con una siembra realizada en octubre, en vez de septiembre, el período crítico del maíz ocurrió durante el mes de enero bajo condiciones climáticas desfavorables para su desarrollo.
¡Cada vez menos! Volvieron a reducir la proyección de cosecha del maíz argentino
“En los silajes, uno de los primeros indicios de la mala fermentación es la presencia de calor, olor putrefacto y el desarrollo de hongos. Éstos, afectan negativamente el rendimiento y la salud de los animales”, explicaron desde INTA.
Pablo Roskof, otro de los integrantes del proyecto, señaló la estrategia general en estos casos debe apuntar a “realizar acciones para diluir su participación en la dieta (disminuyendo la proporción de alimentos con alta contaminación) o, reducir su disponibilidad en el organismo. Esto puede lograrse, por ejemplo, mediante el uso de agentes adsorbentes o secuestrantes de micotoxinas”.