En San Juan, la producción de pistacho está viviendo un momento clave. Mientras la provincia se posiciona como la principal productora de este “oro verde” en Argentina, la demanda por expandir el cultivo a otras regiones del país, como La Pampa y La Rioja, está creciendo rápidamente.
Y es que, gracias a un exhaustivo trabajo de investigación liderado por el ingeniero agrónomo de INTA Gonzalo Sánchez, se está abriendo una nueva era para la producción del pistacho en Argentina, con una mirada hacia la adaptación de este cultivo en diferentes zonas del país.
Gonzalo, becario doctoral del CONICET, está desarrollando una investigación pionera sobre los requerimientos hídricos, productivos y cualitativos del pistacho en la provincia de San Juan. Actualmente, sus ensayos se llevan a cabo en un predio comercial de una conocida empresa local, con cultivos que ya han alcanzado una producción estabilizada. “Estamos evaluando cómo responde el cultivo de pistacho a distintas láminas de riego, tanto deficitario como controlado. Esto nos permite conocer mejor su comportamiento en términos de productividad, calidad y vegetación”, contó a Bichos de Campo.
La gran pregunta que surge es si es posible llevar el cultivo de pistacho a otras zonas del país, como lo requieren inversores y productores. “La demanda de plantación de pistacho está creciendo, especialmente en provincias como La Pampa, sur de Mendoza y La Rioja”, nos explicó Gonzalo.
Este fenómeno se debe a una serie de consultas que han recibido de productores interesados en expandir el cultivo a esas regiones, lo que llevó a Gonzalo a desarrollar un proyecto de zonificación para estudiar los requerimientos ambientales del cultivo.
La zonificación es esencial porque el pistacho es un cultivo muy sensible a las condiciones climáticas. Necesita inviernos fríos para la floración y veranos cálidos para el llenado del fruto, además de una baja precipitación para evitar enfermedades. “Sabemos que el cultivo tiene requisitos muy específicos. La clave es verificar si las zonas de La Pampa y La Rioja pueden cumplir con esas condiciones. Por eso, estamos llevando a cabo estudios exhaustivos para determinar la factibilidad de llevar el pistacho a estas regiones”, destacó Gonzalo.
En el caso de La Pampa y La Rioja, las dudas surgen principalmente por las condiciones climáticas. “La Pampa tiene un clima que podría ser favorable, pero necesitamos más datos para corroborar si los inviernos fríos y los veranos cálidos se ajustan a lo que el pistacho requiere. Lo mismo con La Rioja, que tiene su propia particularidad climática”, agregó Gonzalo. El trabajo de zonificación ayudará a responder estas interrogantes y a determinar las zonas más aptas para la plantación del pistacho en el futuro cercano.
El interés por el cultivo de pistacho está siendo impulsado principalmente por grandes inversores que ven en este cultivo una oportunidad en el agro argentino. A través de su investigación, Gonzalo ha recibido consultas de diversos inversores, no solo de las provincias cercanas a San Juan, sino también de otras partes de Argentina y el exterior. “El interés de los inversores está más allá de lo que imaginábamos. En cada consulta, se observa una enorme demanda por conocer la viabilidad del pistacho en nuevas regiones”, comentó.
La zonificación, que se espera sea publicada en el corto plazo, se convierte en una herramienta clave para atraer más inversión al cultivo, asegurando que se elijan las mejores ubicaciones y se maximicen las posibilidades de éxito. “La idea es garantizar que los productores puedan invertir con confianza en nuevas zonas, sabiendo que las condiciones ambientales son las adecuadas para el crecimiento del pistacho”, explicó Gonzalo.
Además de la zonificación, otra línea importante de investigación tiene que ver con la mejora genética del pistacho. En este sentido, Gonzalo señaló que, aunque la variedad más comercializada en Argentina es la Kerman, se están realizando pruebas con nuevas variedades para adaptarse mejor a las diferentes condiciones de cultivo del país. Sin embargo, como mencionó, las nuevas variedades aún no tienen suficiente data sobre sus requisitos, lo que hace que esta investigación sea a largo plazo.
“Es un trabajo largo, porque el pistacho tiene una entrada en producción relativamente tardía. Tarda entre 7 y 10 años en estabilizar su producción, por lo que necesitamos tiempo para entender cómo se comportan estas nuevas variedades en diferentes zonas”, explicó.
La producción de pistacho no se limita solo al fruto. Los subproductos, como la cáscara y el capote (la parte carnosa que recubre el fruto), también están en el radar de los investigadores. Gonzalo explicó que, una vez que las hectáreas plantadas se estabilicen, habrá una gran oferta de estos subproductos, los cuales tienen un alto potencial en la industria. “La cáscara tiene un alto poder calórico y el capote, rico en polifenoles, podría tener aplicaciones industriales muy interesantes”, indicó.
En el futuro, el aprovechamiento de estos subproductos podría generar nuevas fuentes de ingresos para los productores y permitir una valorización completa del cultivo.
Gonzalo es optimista con respecto al futuro del pistacho en Argentina. “El cultivo no tiene techo a nivel mundial, y en Argentina el mercado está en expansión. En los próximos años, San Juan, Mendoza, La Pampa y La Rioja podrían convertirse en grandes productores de pistacho, y el trabajo de investigación y zonificación será clave para hacer de este cultivo una fuente de ingresos importante para el país”, concluyó.