Además de ser el tercer cereal más sembrado y el de mayor consumo humano en el mundo, el arroz es también una de las especies vegetales más estudiadas por ser una planta con genoma pequeño y simple, al punto de ser la primera especie cultivada de la cual se describió la secuencia completa del genoma, publicado en 2001.
En el INASE (Instituto Nacional de Semillas) se llevan los registros de todas las variedades de arroz inscriptas oficialmente en el país: en total son 98. Llama la atención de que a pesar de que se trata de un cultivo universal, solamente dos empresas globales (Bayer y Basf) han presentado sus variedades localmente, y no queda claro con que suerte a campo. Esto quiere decir que el esfuerzo de mejoramiento del arroz es casi absolutamente local.
Si se revisa el registro, este esfuerzo argentino por mejorar la productividad del arroz está protagonizado por algunas empresas privadas (como Pilagá, Hispasur SA o Ricetec), pero básicamente es el sector público el que sostiene esta investigación, ya que se destacan muchas variedades de la Facultad de Ciencias Agrarias de La Plata, del gobierno de Santa Fe y hasta de varias instituciones de Brasil. Pero claramente es el INTA (Instituto Nacionalde Tecnología Agropecuaria) el que mayor cantidad de aportes ha realizado.
Pese a esto, una curiosidad es que la variedad de arroz más sembrada en la campaña 2023/24, sin embargo, no es argentina sino brasileña: se trata de la IRGA 424, anotada en 2015 por el Instituto Riograndense de Arroz (IRGA), cuyo representante aquí es la gran empresa arrocera correntina Copra. Esa variedad se sembró sobre casi 30% de la superficie de arroz total de esa campaña.
Las variedades del INTA sacan pecho frente a esa avanzada desde el vecino país. Según las declaraciones ante el SISA, la mejor posicionada es la Gurí INTA CL, de 2011, que cubre casi 20% de la superficie. Pero se le suman la Nú Poti INTA CL, con 4%, y otras variedades nuevas vienen ganando terreno.
En este contexto se entiende una gacetilla del organismo argentino que destaca “los más de 30 años invertidos en el Programa de Mejoramiento Genético de Arroz” de INTA, y que dicen que “los resultados están a la vista: ese Instituto ha logrado inscribir en la última década diez nuevas variedades, que hoy llegan a países de Latinoamérica, Europa y Asia, las cuales potenciaron la productividad y generaron un impacto económico que, según se estima, asciende a 1.926 millones de dólares”.
Esto no se consiguió claro sin ajustes en el camino. Por dar un ejemplo, hasta la década de 1980 el escenario local se caracterizaba por el predominante uso de genética extranjera de este cereal, que si bien tenía un alto potencial de rendimiento también mostraba deficiencias en la calidad del grano.
Eso no solo impedía que el arroz argentino compita y acceda a mercados de alto valor, sino que dificultaba el control de malezas, como es el caso del temible arroz rojo.
“Una vez que esta maleza invadía un lote, resultaba muy difícil erradicarla, lo que generaba pérdidas significativas en el rendimiento. Frente a esta situación, el programa planteó una estrategia orientada al desarrollo de variedades nacionales con un alto potencial de rendimiento, resistencia a herbicida y una excelente calidad de grano, lo que diferenciaría al arroz argentino a nivel mundial”, explicó José Colazo, investigador del INTA Concepción del Uruguay.
Esto cambió con la apuesta al mejoramiento, que permitió ganar socios y abrir nuevos destinos.
De acuerdo a lo detallado por el Instituto tecnológico, desde 2004 se registraron seis variedades de arroz tipo grano largo fino: Camba INTA PROARROZ, PUITA INTA CL, GURI INTA CL, ÑU POTY INTA CL, MEMBY PORA, y ANGIRU INTA CL. A eso se suma una variedad tipo doble carolina, la KIRA INTA; dos variedades de tipo largo fino en proceso de inscripción, uno aromático como la INTAMati y uno arbóreo ArborINTA; y un cultivar corto japonés, también en proceso de registro, como el KoshINTA.
“El desarrollo de cultivares de arroz es un proceso que, en promedio, puede llevar alrededor de 10 años debido a las múltiples etapas de selección y evaluación. Para acortar estos tiempos y acelerar la obtención de cultivares mejorados, es fundamental utilizar metodologías de selección precisas e incorporar nuevas tecnologías”, afirmó Mariano Durand, investigador del INTA Concepción del Uruguay.
La tecnología desarrollada para el control del arroz rojo, en particular, también logró trascender las variedades creadas y ahora forma parte de las variedades más difundidas en América Latina. Se trata de la tecnología Clearfild, que ya es empleada en los principales programas de mejoramiento en la región, lo que le permitió consolidarse como una herramienta esencial para el control efectivo de malezas en los sistemas de producción.
Además del impacto económico que generó este potenciamiento en la producción arrocera, un estudio de la Universidad de Arkansas, en Estados Unidos, determinó también que las variedades de arroz INTA han generado una ganancia genética de 59 kilos por hectárea al año en rendimiento agrícola.
“Esto se refiere a que la contribución económica de un pequeño programa de mejoramiento de arroz puede ser considerable si las variedades son aceptadas y adoptadas por los agricultores y representa un alto retorno a la investigación y ciencia en el sector público”, indicó Colazo.
El trabajo fue realizado a partir de 466 observaciones de rendimientos y calidad molinera provenientes de los ensayos comparativos de rendimiento desde el 1991 al 2022.
“El impacto económico se midió tomando en cuenta la ganancia genética promedio de cada variedad lanzada por el programa de INTA, el área sembrada con cada variedad en Argentina, Brasil, y Uruguay, y el precio promedio al productor”, explicó a su turno Álvaro Durand, profesor de economía agrícola en la Universidad de Arkansas.
De acuerdo con la información publicada, el impacto económico desde el 2007 al 2023 fue de US$ 2069 millones (en términos reales al valor del dólar en 2023), y la ganancia de producción atribuida al programa de mejoramiento es de 5,94 millones de toneladas (base cascara).
“La estimación de la ganancia promedio de rendimiento y de calidad molinera del programa se realizó en base a varios modelos de regresión con efectos fijos de panel y errores estándar robustos en clústeres por año y localidad”, detalló Durand.
Respecto a los últimos avances, desde el INTA indicaron que se ha comenzado a trabajar adicionalmente con la edición génica: “Consiste en una técnica biotecnológica que permite realizar modificaciones precisas en el ADN de un organismo. Esta nueva técnica de mejoramiento facilitará el desarrollo de cultivares con características específicas de manera más eficiente. Todas estas metodologías mencionadas optimizan los recursos y reducen el tiempo requerido para el desarrollo variedades”, señaló Mariano Durand.
Otro de los desafíos encarados en los últimos años gira en torno a la generación de materiales resistentes al patógeno Pyricularia oryzae, agente causal del quemado del arroz, y en la incorporación de nuevas fuentes de resistencia a herbicidas. Todo esto, sin resignar los altos rendimientos y excelente calidad logrados en el pasado que caracterizan a las variedades INTA.
“En este sentido, estamos en la etapa final de evaluación de una línea identificada como Cr 1329, que combina alta productividad, calidad y resistencia al quemado del arroz”, mencionó Durand.
Por otra parte, el programa también avanza en el trabajo con nuevas fuentes de resistencia a herbicidas con modo de acción diferente a la tecnología Clearfield. Es el caso de la tecnología Provisia, propiedad de la empresa BASF, y la tecnología SUR-15, desarrollada en el programa.
“Para ambas fuentes, contamos con materiales avanzados de alto potencial de rendimiento y calidad de grano. Tanto la rotación de cultivos como así también la rotación tecnológica de un mismo cultivo son estrategias claves para el control efectivo de malezas y la prevención de resistencias. En un futuro, estas tecnologías se sumarán al sistema de producción, brindando a los productores herramientas clave para mejorar el manejo del cultivo y contribuyendo a la sostenibilidad del sistema arrocero”, finalizó el investigador.
buena nota que omite nombrar el padre del programa Arroz de Inta C del Uruguay. el Dr Alberto Livore. quien merece el mayor reconocimiento por todo los logros
Y todo lo que mencionan es mala palabra para los achicadores seriales del Estado. Que no lea esta nota milei o caputito porque se van a escandalizar. Cómo se atreve un organismo estatal a quitarle mercado a las grandes y sagradas empresas internacionales? Pecado mortal
Arturo, estás evaluando una institución que tiene 6500 empleados y algunos miles más precarizado. En un cultivo que no llega a 200mil hectáreas. Si comparas con 28 millones de hectáreas sembradas de cultivos extensivos, INTA no hace pie en ningún cultivo de esos. Aún así, es un buen programa el que tiene llevan adelante. Saludos