Investigadores de la Cátedra de Fitopatología de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UBA (Fauba) detectaron en la provincia de Santa Fe cepas de mancha marrón (Septoria glycines) resistente a estrobilurinas.
La noticia representa una alerta agronómica porque la mancha marrón es una enfermedad foliar altamente prevalente y severa en el cultivo de soja que promueve pérdidas de rendimiento significativas en la Argentina.
En las campañas 2022/23 y 2023/24 se tomaron muestras de hojas con síntomas típicos de mancha marrón en Bigand, Santa Fe, en lotes aplicados con fungicida a base de estrobilurinas, que presentaron fallas de control de la enfermedad.
Al evaluar esas muestras se detectó la mutación G143A, la cual fue informada a nivel global por primera vez en EE.UU. en 2010 a partir del uso continuado de estrobilurinas en cultivos de soja.
Vale recordar que se detectaron cepas de Cercospora kikuchii resistentes a estrobilurinas y carbendazim tanto en Argentina como en Brasil y EE.UU. Y que se descubrió que Cercospora kikuchii es naturalmente insensible a carboxamidas.
En ese marco, para evitar sumar problemas se recomienda rotar el uso de principios activos al momento de realizar aplicaciones de fungicidas, además de elegir las mejores moléculas y genotipos resistentes.
También resulta indispensable respetar las dosis indicadas, realizar las aplicaciones en los momentos óptimos y evitar las pulverizaciones innecesarias, además de llevar a cabo rotaciones agrícolas adecuadas.
Informe
Cuando empezamos con la soja en el N., allá por el 69/70, se sembraba a 0,70m. Y se escardillaba el entresurco, entre 1 y 2 veces por cultivo dependiendo de t° y lluvias. La única plaga que había al ppio. eran orugas, que se fumigaban 1 o 2 veces en el ciclo, de maso 150/180 días hasta que, a los 3/4 años de sembrar en el mismo lugar se abandonaba, porque aparecía la chinche y para descansar la tierra, y se tomaba un nuevo terreno. La cosecha era lenta pues se usaba plataforma de 5 surcos con la que había que andar despacio por lo baja que había que llevarla; una clavada podía causar daño grave. En aquel tiempo Argentina producía aprox. 20.000 T/año y Brasil el doble, y todos los años se duplicaba (USA 20 millones T/año) asunto que, curiosamente, se repitió por varios años. Un caso curioso era que el INTA no creía en la soja y prohibía a sus ingenieros meterse en el tema. El ing. Agr. Piquín, de Los Cerrillos, era tomado por loco en el INTA aunque tenía un gran “discípulo”, don Alfredo Olmedo que era, y creo que sigue siendo, el mayor productor individual de soja en Argentina. Aclaro que yo empecé en Corrientes, en tierras que el ministerio consideraba “no aptas para la agricultura” y ¡Eso sí! agregábamos 200/300 kg de Escorias Thomas para agregar algo de P ya que esas tierras eran muy carentes. Si bien, con otros amigos y pequeños productores, queríamos conocer a Olmedo y a Piquín cuando organizamos un viaje algo pasó (no lo recuerdo) que tuvimos que abandonarlo. Sigo abajo
Pero vino lo necesario ¿A quien venderle el grano? En Posadas (Mnes.) ni por broma. Me fuí a Corrientes a buscar comprador y después de varios llegué al gerente de una de las mayores empresas. “No me interesa” fue la respuesta casi antipática que recibí. En oficina de Baires nos pusimos a buscar en la guía de telefono, con mi primo que también sembraba unos 30 km hacia Ituzaingó (Estancia Puerto Valle)y era ing. Agr. mientras yo, cómo Veterinario, me sentía fuera de juego, quién podía interesarse. Por fin dimos con con una, La Plata Cereal, y al pedir con el gerente me preguntaron “¿Por qué asunto?”. Con voz temerosa y frío en la espalda contesté “por soja” y me quedé esperando el rechazo. Pasaron unos segundos y “pueden venir mañana a las 09.00?”; con la voz floja contesté que si, que allí estaríamos. Aclaro que en aquel tiempo la gente iba a las oficinas del microcentro después de las 10. A las 9 las calles estaban vacías.
Al otro día nos llenamos de calor y fuimos. La secretaria nos hizo pasar a la sala de reuniones y nos sirvió un magnífico desayuno y nos dejó solos. Comentamos que quizás habían entendido mal pero a los pocos minutos se abrió la puerta y entró un señor refeo, con esos anteojos “cul de botella”, cómo se les decía, se sentó en la cabecera, nos miró a los dos (yo temblaba) y nos preguntó de pronto “¿Ustedes hacen soja?”. Respondimos con un tímido “sí señor” y rápidamente contestó “¡Me interesa!”, todo se aflojó, aparecieron sonrisas y comenzó una conversación que nunca terminó y se transformó en una gran amistad. Era el señor Luis Alberto Porzio, Gerente de la empresa que tenía la aceitera INDO en Rosario que siempre nos compró la producción a excelente precio. Falleció hace unos años pero siempre lo recordaré como un tipazo.