Tras su participación en el reciente Congreso de Aapresid en Buenos Aires, la brasileña Luiza Bruscato, una ingeniera ambiental que es además la directora global de la Mesa Redonda de la Soja Responsable (RTRS, por sus siglas en inglés), dejó algunas definiciones sobre las exigencias para producir de forma sustentable a las que, de forma paulatina, se están enfrentando los productores agropecuarios. Ellos ya llevan mucho camino recorrido en un proceso que para los productores locales parece novedoso.
La tan mentada Agenda 2030 tiene bastante tiempo, en rigor, pero aquí recién cobró notoriedad debido a las nuevas reglamentaciones de Europa sobre deforestación, que imponen una certificación de los modos de producción de soja a nivel global. Pero para la RTRS esto no es nada nuevo, pues la organización de origen en Suiza, nacida en el 2006, fue de los primeras en hacerlo a nivel global: fue fundada con el objetivo de detener el avance de la soja sobre el Amazonas por las compañías Amaggi, Solidaridad, COOP, WWF, Fetrauf-Sul y Unilever.
De hecho, esta organziación interviene en la comercialización de granos certificados desde Latinoamérica bajo estrictos estándares desde hace 13 años.
Mucho antes de que se empezara a hablar de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), la RTRS ya generaba vínculos entre actores de toda la cadena de valor para producir soja de forma responsable. Y no solo de deforestación, como ahora exige la UE. Su plan implica una compleja lista de 108 indicadores, según explicó la directiva brasileña a Bichos de Campo, que permiten acceder a la certificación y así tener presencia en nuevos mercados con beneficios como los créditos verdes.
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La organización sin fines de lucro tiene su propia “Agenda”, porque ya trabaja con más de 70.000 productores a nivel global, sobre todo de India y Brasil. En este sentido, Bruscato ratificó que están “súper alineados con la ONU” y que apoyan el establecimiento de la Agenda 2030 ya que “es algo esperado hace muchos años y que se iba a dar de forma natural”.
Lo que queda claro es que en la Argentina estas iniciativas aún no han calado hondo. Sólo 56 productores han sido certificados con el sello RTRS, un 0,08% del total de los participantes a nivel mundial. De acuerdo a los registros del organismo, el país ha producido ya 400.000 toneladas de “soja responsable”. De todos modos, como aquí ven potencial, han decidido instalar una de sus oficinas en Buenos Aires.
Tal vez la iniciativa tenga mayor penetración en el agro local en el mediano plazo, si es que aparecen beneficios crediticios concretos y se atiende a las nuevas imposiciones del mercado europeo, que encendió todas las alarmas con la promulgación de la regulación 2023/1115, para sólo importar productos que no provengan de zonas deforestadas.
“Europa quiere estar adelante, liderando y siendo protagonista de la sustentabilidad”, señaló Luiza, que considera positivo que las potencias ejerzan presión para que se generen debates respecto a la sustentabilidad en el agro. Además, rescató que Estados Unidos y China ya tienen iniciativas en marcha para ir en la misma dirección que Europa.
Es que para la directora de RTRS, lo que parece ahora una amenaza puede convertirse en oportunidad. De hecho, para la Mesa Redonda de la Soja Responsable las exigencias europeas no son ajenas, pues en sus 108 indicadores de certificación también incluyen la no deforestación. Esto es así desde 2016, tras la aprobación del Estándar RTRS para la Producción de Soja Responsable V3.0.
“Con la certificación RTRS nosotros ya tenemos 7.5 millones de toneladas certificadas que son cero deforestación”, explicó Bruscato, que también puso la lupa sobre el escándalo que generaron las regulaciones, a las que considera “más cerca de la trazabilidad que de la sustentabilidad. Desde la organización que lidera sostienen que ser sustentables “abarca muchos más aspectos que solamente la deforestación”.
“La intención es también mostrar el trabajo del productor en el campo, con la siembra directa, la rotación de cultivos, el trabajo de cuidado ambiental, los requisitos legales y los aspectos sociales”, ratificó Luiza. En ese sentido, informó que “acabamos de firmar un convenio con Aapresid para que los certificados AC (que emite esa entidad) también sean RTRS, así se suman con más indicadores y hacen posible la venta de los créditos”.
Que haya dinero sobre la mesa genera, cuanto menos, curiosidad. Hoy por hoy, no son pocos los productores que miran con buenos ojos la producción sustentable, considerando que permitiría el acceso al mercado de bonos de carbono y a beneficios económicos de largo plazo.
Aunque a nivel macro aún suene a utopía, desde RTRS señalan que el cobro de un premio por ese tipo de certificaciones es para ellos una realidad. En dicho sentido, Bruscato explicó que “de los 7,5 millones de toneladas con certificado RTRS, 6,6 millones son vendidos con crédito”, y que el pago extra oscila “entre 2 y 4 dólares más por tonelada certificada”.
Sin embargo, el esfuerzo por brindar servicios ambientales para certificarse no sólo sería para vender la soja física por una diferencia mínima, sino también para acceder a nuevos mercados y obtener beneficios financieros. “Muchas grandes marcas pagan créditos verdes para cubrir su huella de carbono” explicó la brasileña, para quien ese futuro lejano ya se puede vivir hoy, aunque todavía a pequeña escala.
-¿Esto se va a generalizar? ¿Producir de forma sustentable va a ser una exigencia para todos finalmente?
-Yo creo que sí, y por eso queremos convocar a los productores de Argentina a que se sumen, porque hoy estamos mucho más enfocados en Brasil y buscamos que toda la producción argentina sea sostenible. Hoy, sobre un total de 77.000 productores que forman parte de la iniciativa en el mundo, sólo 56 son argentinos.
-¿Por qué Argentina no se adhiere a estas iniciativas?
-No lo sé, pero lo que veo es una gran oportunidad y muchos productores argentinos están bastante interesados en conocer más. Un aspecto que suele asustar y que hay que tener en cuenta es que hay un costo de implementación, pero eso luego se recupera a largo plazo con la venta de los créditos.
-Tal vez 4 dólares por tonelada no generen impacto en términos de ganancias, ¿qué otro rédito se obtiene al obtener la certificación?
-Esto impacta sobre todo en la imagen del productor, porque le permite acceso a mercados más exigentes, como el europeo. De todos modos, en los números, no son sólo esos dólares extras por tonelada, sino que se accede a beneficios financieros y a créditos más baratos.