Desde que tiene uso de razón, le llaman mucho la atención los insectos y la naturaleza. Pero el rol de Martín Galli, como coordinador técnico de Aappce (Asociación Argentina de Protección Profesional de Cultivos Extensivos) ha cobrado particular protagonismo ante el reciente avance de la chicharrita del maíz en gran parte de Argentina.
El trabajo en red, el intercambio, y el monitoreo constante, son las claves que reivindicó el séptimo encuentro anual llevado a cabo por la asociación en Villa María (Córdoba), en el que tanto productores como investigadores y empresarios discutieron acerca de las principales preocupaciones del agro. “El tema de la chicharrita es el tema vedette, pudimos capacitarnos a tiempo y saber mucho más de lo que sabíamos meses atrás”, explicó a Bichos de Campo Martín Galli, tras la reunión con sus pares.
Galli confiesa que siempre tuvo una afición particular: “Siempre me llamaron la atención los insectos, su vida y cómo nos relacionamos nosotros con ellos”, afirma el ingeniero agrónomo entrerriano, nacido en Concepción del Uruguay, y formado en Paraná. Hoy, instalado en el centro-norte de Santa Fe, recuerda la importancia de seguir caminando el campo y, justamente, reivindica el rol de Aappce, una entidad que hace culto de l monitoreo profesional de los cultivos para la prevención y la búsqueda de soluciones a problemas urgentes.
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El trabajo en la coordinación técnica de la organización no alejó al agrónomo de la pasión que tiene desde muy chico. “Estamos todos los socios muy activos en el campo. Pisamos el lote, nos embarramos, y eso nos permite saber de primera mano qué es lo que está pasando, porque a nosotros no nos la cuentan”, destacó.
De hecho, para “ver la película y no la foto”, como explica el especialista, la práctica de recorrer el terreno a diario debe ser prioridad en la agenda del agrónomo. En su caso, lo hace para encontrar irregularidades y detectar plagas causadas por insectos, por lo que las huellas que persigue son hojas de cultivos dañadas, cambios en la coloración y presencia de ejemplares.
“Monitorear es salir del campo con algún dato que a mí me sirva para tomar una decisión. Es un diagnóstico con una frecuencia estipulada que nos permite anticiparnos a los problemas”, afirmó Galli.
Nacida hace 12 años, Aappce nuclea a representantes de todo el país que, mediante encuentros periódicos y la comunicación constante, definen protocolos y grupos de trabajo para profesionalizar el monitoreo y contar con herramientas para prevenir en vez de curar. Para Martín, la asociación es “una familia” que supo generar colaboración donde antes había rivalidad y, convenios, capacitaciones e investigaciones mediante, darle un cauce concreto a las preocupaciones del sector.
“Está bueno que hablemos un poco más de insectos”, celebró el ingeniero agrónomo luego de la irrupción de la chicharrita en escena. Galli a diario comparte preocupaciones con especialistas en enfermedades, malezas e insumos biológicos, pero sabe que, finalmente, llegó su momento. Apasionado de los bichos, es un referente en la última prueba de fuego que atraviesa el agro argentino: la expansión de la chicharrita, causante del “achaparramiento del maíz”.
En dicho sentido, coincidió con sus colegas en que el trabajo en red fue clave desde el comienzo de la campaña. “Muchos socios nos venían diciendo que estuviéramos atentos”, explicó Martín, a propósito del encendido de las alarmas en todo el país. Hoy, en retrospectiva y tras medio año de preparación, considera que los productores están “más tranquilos”, y que saben “qué observar y qué estrategias descartar”.
Mientras se le da tiempo a la genética en nuevas semillas, que corre detrás de la emergencia, los especialistas comparten conocimientos en armas y herramientas no sólo para eliminar el maíz “guacho”, sino para conocer la evolución del insecto. Respecto a esto, Galli destacó la iniciativa de la “Red de Trampas de Monitoreo” y llamó a “adaptar el modelo brasileño a Argentina”.
“Hay que poner toda la agronomía a jugar para lograr el famoso manejo integrado, que no es más ni menos que poner todas las herramientas para solucionar un problema de manera sustentable”, aseguró.
En el fondo, su afirmación también da cuenta de cómo hoy se rediscute y reconfigura el rol de los ingenieros agrónomos en la prevención de males mayores. Argentina tiene muchos profesionales capacitados, y este tipo de situaciones pone al descubierto su relevancia.
-¿Creés que hay un proceso de reivindicación del agrónomo en curso?
-Yo creo que el nivel del ingeniero agrónomo argentino es muy bueno, está muy capacitado para solucionar los problemas y también tiene una mirada proteccionista hacia el ambiente. Estamos permanentemente viendo de qué manera compatibilizar la producción de alimentos con la sustentabilidad, pero también soy consciente de que una de nuestras deficiencias es la falta de comunicación, no saber explicar lo que se hace día a día. Quizá eso sea lo que nos falte para reivindicar nuestra profesión.
-A propósito de esa falta de comunicación, ¿te molesta que se los demonice fácilmente?
-Sí, claro. Si bien creo que la presión social está buena, también tienen que escucharnos a nosotros para saber qué es lo que estamos haciendo en el campo y de qué manera tomamos las decisiones. La clave está en el diálogo para contar lo que hacemos a diario y a la vez escuchar otras opiniones que, sin dudas, nos nutren.