En este columna del contador, Alejandro Larroudé, que es socio y director de Impuestos del estudio Barrero y Larroudé (BL&Cia) afirma que como parte de un proceso de profesionalización de las empresas agropecuarias que usualmente tienen un origen en las familias, resulta clave el análisis de la salud del espíritu societario y cuál sería su formalidad óptima.
Cualquier vinculación de dos o más personas con el objetivo de constituir una sociedad surge debido a la existencia del “espíritu societario” o como, recurriendo al latín, lo llama la jurisprudencia: la “affectio societatis”.
En la figura de la “affectio societatis”, se observa colaboración voluntaria, activa e interesada y, ese carácter voluntario y activo de la colaboración, la distingue de otras agrupaciones de vinculación involuntaria.
En el núcleo de esta figura, aparece un elemento clave: la voluntad de las partes que quieren integrar una sociedad, de permanecer en ella y hacerla crecer. La voluntad es la idea y el espíritu que predomina en el hecho de vincularse dos o más personas para formar una sociedad.
Ahora, ¿por qué este concepto es importante ponerlo a prueba en las empresas del agro? La respuesta la podemos encontrar en el hecho de que en el sector agropecuario la amplia mayoría de las empresas son de carácter familiar. En este tipo de empresas puede darse que los padres o abuelos hayan creado una empresa agropecuaria, hayan tenido la firme voluntad consensuada en hacerlo y hayan alineado esa voluntad con los objetivos económicos de la empresa.
Con el paso del tiempo, la llegada de nuevas generaciones suele presentar el hecho de que algunos de sus jóvenes miembros decidan integrarse a la empresa que crearon sus padres, tomando participación activa, desempeñando tareas operativas y/o estratégicas en esas empresas o quizás solo formando parte de un directorio formal o informal. Quizás para una familia esta sea la situación deseada e ideal, ¿qué mejor que el negocio y la familia continúen juntas?
También sucede que en ocasiones se incluyan en la sociedad a estas nuevas generaciones sin contemplar este concepto de la “affectio societatis” o, en edades en que aún los jóvenes no tienen tan claro su vocación o rumbo profesional o laboral. Existen situaciones en que más adelante en el tiempo, cuando los hijos crecen y se desarrollan profesionalmente, estos no conserven esa misma voluntad inicial debido a cuestiones de vocación, gusto, desarrollo profesional o preferencia y es allí donde el original “affectio societatis” que apuntaló el origen y crecimiento de la empresa puede entrar en crisis.
Para dar un simple ejemplo, si alguno de los hijos estudió medicina, puede ser que le interese permanecer en la sociedad, pero puede suceder también que no quiera seguir en el rubro agropecuario y le interese algún otro tipo de empresa o actividad relacionada con su profesión o simplemente seguir su propio camino.
¿Y qué pasa en este punto? Bueno, ahí aparte de un posible problema familiar se pueden generar inconvenientes con respecto a la formalidad societaria existente. Esto sucede porque cuando alguien ya no quiere pertenecer más y va a salirse de esa Sociedad, no resulta lo mismo según qué tipo de sociedad se trata. Dependerá de que tipo societario tenemos. ¿Es una sociedad anónima, es una sociedad de responsabilidad limitada o es una sociedad simple?
Por ejemplo, desvincularse de una sociedad anónima o de responsabilidad limitada puede tornarse algo más engorroso que desvincularse de una sociedad simple ya que debería vender esas acciones o esas cuotas partes al resto de los accionistas, socios o a terceros y todo eso trae aparejado trámites, costos e impuestos asociados.
Esa misma desvinculación en una sociedad simple sería mucho más sencillo y menos costoso. Entonces, por eso es importante cuando la familia quiera incorporar a los hijos a la sociedad empresaria lo primero que habría que plantearse es si realmente hay voluntad por parte de los nuevos socios, ya que contrariamente a lo que pasaba en el pasado hoy más que nunca las empresas del sector agropecuario, necesitan profesionalizarse para estar mejor paradas ante la dinámica compleja de los agronegocios.
Por lo tanto, lo primero a conversar entre los futuros socios es si realmente existe la voluntad para conservar el “affectio societatis”.
Por supuesto, como en toda sociedad, esta puede comenzar con voluntad de las partes y después, esa voluntad modificarse con el tiempo, pero quizás en el momento de evaluar esta decisión ya haya indicios del futuro profesional y laboral de los miembros de las nuevas generaciones y sea conveniente analizarla mejor o recurrir a un simple acuerdo intrafamiliar hasta que estén más claras las cuestiones de vocación y proyectos de futuro.
El enfoque profesional en la empresa familiar requiere testear el espíritu societario y adaptar al tipo societario de la mejor manera posible, para compatibilizar la manera óptima de gerenciar costos y burocracias, preservar la funcionalidad de la empresa, el cumplimiento de sus objetivos, el clima de trabajo y especialmente la paz de la familia.