El veterinario -y devenido productor- Oscar Jensen, oriundo de la localidad de Sarmiento, al sur de la provincia de Chubut, es otro de los que se sumó a la lista de aquellos que emplean burros para proteger a su ganado de los depredadores.
Después de trabajar 40 años como veterinario de salud pública en el control de hidatidosis -una parasitosis que se transmite del animal al humano y que tiene como huéspedes al perro, al ovino, al caprino y al bovino, además del mismo hombre-, su retiro lo llevó a enfocarse en su chacra de 15 hectáreas donde mantiene, junto a su esposa, una majada de 25 ovejas que tiene, según dice, “un popurrí de razas”.
Pero a diferencia de otros casos, en donde los animales tenían que ser protegidos de predadores natos como pumas, zorros o caranchos, el “enemigo” al que Oscar se enfrenta es uno doméstico.
“Se trata de los perros del pueblo, de perros con dueños. En la provincia de Chubut no tenemos perros asilvestrados, tenemos perros con dueños irresponsables que no cumplen con la ordenanza municipal. Esa norma simplemente dice que los perros deben estar en la casa o en el patio del dueño y no deambulando libremente por las calles o por las chacras”, contó Jensen a Bichos de Campo, para quien vivir a 1.500 metros del pueblo es una ventaja y una desventaja al mismo tiempo.
“Es una gran ventaja vivir en condiciones de campo en estos tiempos, muy cerquita de la ciudad y dentro de un valle bajo riego. Pero también tiene ese problema de que los perros del pueblo a veces nos vienen a visitar”, dijo a continuación.
Siendo también ex profesor de producción ovina en la escuela agraria local, la pequeña majada de Jensen tiene al menos siete razas distintas entre las que se destacan las Dorper, Border Leicester, Frisonas y Caras Negras o Hampshire Down. Aún así, afirma preferir las Dorper por ser de fácil manejo.
“En su estado puro no es una oveja que se esquila. Algunos, cuando ya acumulamos cierta edad, no tenemos el cuero para ponernos a esquilar. Tampoco tenemos a donde venderla, porque la industria lamentablemente no quiere lanas gruesas. Por eso se la terminamos regalando a artesanos y nos enfocamos solo en la producción de carne para autoconsumo”, señaló el chubutense.
De ahí que sea tan importante protegerla, y la mejor alternativo que encontró fue la incorporación de una burra, que obtuvo luego de intercambiarla por un ternero con un vecino.
“La burra llegó hace varios años. Tenía unos seis meses y ya estaba destetada. Y admito que no le hice ninguna impronta como se hace con los perros protectores. Simplemente la incorporé con las ovejas y convive con ellas. Hasta ahora las ha protegido. Las veces que vimos que entrar perros a la chacra de día, la burra se interpone ellos y la majada. No los ha corrido, no los ha mordido, no los ha pateado, sino que se interpone”, explicó Jensen, que reconoció que en estos años también aprendió mucho sobre esos animales.
“Destaco dos cosas que me pasaron a mí. Una es que los burros no pueden estar con otros burros, porque si entrena perros se protegen entre ellos y dejan de lado a las ovejas. Eso es muy importante”, señaló en primer lugar.
“Lo otro es una ventaja y tiene que ver con que, a diferencia de los perros protectores, los burros comen lo mismo que las ovejas. Eso es clave porque no hay que estar alimentándolos. Y tampoco hay que estar evitando que tome afecto con el cuidador como pasa con los perros pirineos. El burro se comporta como un animal doméstico, pero que no es amigo del hombre. No lo usamos para andar ni para cargar nada. Solo se dedica a estar con las ovejas”, añadió luego.