En el mercado internacional de aceites vegetales se rompió la “brújula” porque la relación de precios es completamente diferente a lo que indican los manuales de comercialización agrícola.
El aceite de girasol, que cuenta con una calidad muy superior al de soja y (especialmente) al de palma, se comercializa a un valor ridículamente bajo.
La razón de ese fenómeno reside en el hecho de que los ucranianos están obligados a exportar aceite de girasol a precios de “remate” luego de que a mediados del año pasado Rusia suspendiera su participación en el “corredor granario” implementado junto a Turquía y Naciones Unidas, lo que implicó la imposibilidad de emplear los grandes puertos del Mar Negro para concretar embarques.
Adicionalmente, los gobiernos de Polonia, Eslovaquia y Hungría comenzaron a introducir restricciones para el ingreso de productos agroindustriales ucranianos con el propósito de proteger a sus propios productores. Un “combo” bajista completo.
Ucrania es el primer exportador mundial de aceite de girasol con ventas estimadas en 2023/24 por 5,70 millones de toneladas (41% del total mundial), según datos del USDA. Por detrás está Rusia con un proyectado para el presente ciclo de 4,30 millones, nación que también está vendiendo aceite de girasol a valores bajos para poder generar divisas con rapidez ante la necesidad de seguir financiando la guerra contra Ucrania.
El segundo hecho insólito es que el precio del aceite de palma se encuentra a la par del de soja, cuando normalmente se ubicaba bastantes escalones por detrás. La razón principal que explica eso reside en compras monumentales de aceite de palma por parte de India.
Otro factor que está incidiendo de manera negativa en el sistema de formación de precios del aceite de soja son las dificultades logísticas que enfrentan los exportadores americanos de ese commodity para realizar embarques con destino a mercados asiáticos ante la bajante que se registra en el Canal de Panamá.
De todas maneras, el mercado de aceite de soja hace tiempo que dejó de ser uno solo, pues en EE.UU., gracias a la promoción interna de los biocombustibles, dicho aceite dejó de ser un commodity agroindustrial para transformarse en uno energético. Eso explica la enorme brecha de precios entre el aceite estadounidense respecto de los originados en Sudamérica.