Le preguntamos a Sergio Feingold, que es el coordinador del programa nacional de bioetecnología del INTA, si la Argentina está en condiciones de soñar con la creación de una suerte de Silicon Valley donde haya muchas empresas, universidades y organismos dedicados a innovar mediante la nueva tecnología de la edición génica.
Nos respondió: “La capacidad la tenemos, pero sería bueno contar con ciertas políticas de Estado que vengan a apoyar desde el punto de vista presupuestario y de financiación, para que no todo quede librado al cuentapropismo. La edición génica no es como hacer cerveza artesanal. Por más que te la venden como una tecnología de garage, requiere de un conocimiento previo que no todos tienen. Requiere saber manejar cultivos de tejidos y una serie de tecnologías básicas de biotecnología vegetal”.
Especializado en realizar modificaciones en el reino vegetal (su equipo en Balcarce ha trabajado bastante editando el ADN de la papa, por ejemplo), Feingold se muestra muy optimista respecto de las posibilidades reales que tiene la Argentina en esta nueva carrera biotecnológica, que era dominada hasta ahora por las grandes multinacionales del negocio agrícola. “Pero es necesario una política de Estado que apoye este tipo de iniciativas, primero en las universidades y en las instituciones de investigación como el INTA”, insiste.
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“Sí podríamos pensar en algo como el Silicon Valley de la edición génica. La Argentina tiene una diversidad de germoplasma enorme y una capacidad tecnológica muy grande. Tenemos las herramientas y los investigadores, y tenemos que darles la chance de hacer esto. Pero esto no se puede hacer en un escenario de restricción presupuestaria como el que estamos viviendo. El INTA es una institución muy cara si se le da el dinero justo para funcionar, pero es una institución estratégica si se le da el dinero suficiente para investigar”, enfatizó el científico.
Mirá la entrevista completa al coordinador nacional de Biotecnología del INTA:
En el mismo sentido, Feingol recordó que “el INTA fue pionero en la transformación genética vegetal mucho ante de que existiera la soja RR. Los equipos liderados por Esteban Hopp y por Alejandro Mentaberry fueron los primeros que generaron plantas transgénicas y sin embargo eso no se vio reflejado en la presencia de OGM generados por organismos públicos”, indicó. Para el investigador, varios factores se alinearon para que la oferta de productos de la transgénesis se limitara entonces a “tres o cuatro países, tres o cuatro empresa, tres o cuatro cultivos, y a tres o cuatro genes”.
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Pero Feingold cree que con la nueva técnica de la edición génica, pese a no ser tan sencilla como elaborar cerveza, llegó al hora de tomarse una revancha y promover los cambios que necesita ahora la agricultura local. “Entiendo que el de la soja RR como líder de la revolución biotecnología es un modelo bastante agotado que necesita una renovación. Y lo mismo pasa con el Bt, pues como encontramos malezas resistentes ahora encontramos insectos resistentes. La edición génica es una herramienta para salir de ese círculo en el cual estamos como sistema productivo un poquito atrapados”, razonó el investigador.
“Claramente la edición génica está llamada a revolucionar, en la mismo o mayor magnitud que la transgénesis, todo los que son los desarrollos en animales y vegetales. No lo decimos nosotros, hay un convencimiento global de que esto es así”, enfatizó el coordinador nacional del INTA.
E insitió: “La edición génica es una herramienta que no podemos dejar pasar por ciertas particularidades que tiene, sobre todo porque es una tecnología en la que podemos jugar todos. Con la biotecnología basada en transgénicos había ciertas limitaciones para jugar”.
Según esta visión, tecnologías como el CRISPR resultan finalmente un factor “democratizante desde el punto de vista que se basa en el conocimeinto. Y aquí somos muchos los que podemos pensar”. Billetera no mata galán.
“Aquí lo que prima es el conocimiento. Y Argentina en eso es muy buena. Conocemos los genes y sabemos lo que hacen. Podemos seguir averiguando para mediante edición génica generar productos de mayor valor agregado que diversifiquen la producción y que podamos empezar a salir de esta cosa de la soja como commoditie. Hay que agregarle valor desde el punto de vista de modificar sus aptitudes nutricionales o de calidad industrial”, insistió Feingold.
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