El ingreso al viejo edificio de Paseo Colón, donde históricamente funcionó la Secretaría de Agricultura, era un hervidero de gritos y hasta empujones.
-¿Qué pasa?- preguntó este avezado cronista a una vieja fuente que conserva en el lugar y que trasciende a todos los gobiernos, cualquiera sea su signo político- ¿Es que los libertarios no dejan entrar a nadie?
-¡No! ¡Qué va! Es que la chica de la puerta no conoce a nadie de los nuevos y hasta le trabó el ingreso a Fernando Vilella, quien como no trajo el DNI le quiso mostrar un viejo carnet de estudiante de la Facultad de Agronomía. La foto era blanco y negro, con eso te digo todo. Fue un despelote.
Pienso que es lógico el malentendido: nadie que trabaje controlando los documentos en los accesos electrónicos a un organismo público debe estar obligado a leer los diarios y es lógico que lleve algún tiempo acostumbrarse a las caras nuevas.
-¿Y qué pasó? ¿Pudo entrar Vilella?
-Al final sí, pero porque conocía a alguien dentro que lo hizo pasar.
-¿Pero y los gritos ahora de quién son?
-Son los de la Mesa de Enlace, que se quedaron totalmente afuera del nuevo gabinete de la Secretaría de Bioeconomía y están pataleando. Dicen que con Julián Domínguez y Sergio Massa los trataban mejor que ahora, y que hasta les repartían sanguchitos de miga cada vez que venían a la Sagpya.
-¿Pero sigue siendo la Sagpya? ¿No era que se iba a llamar Secretaría de Bioeconomía?
-Todavía no salió nada de eso publicado en el Boletín Oficial. O sea que oficialmente sigue siendo la Secretaría de Agricultura, hasta nuevo aviso- me explica mi viejo conocido.
Medio confundido por la situación me dispongo entonces a hacer lo que vine a hacer a este organismo. Mi tarea periodística sería tratar de presenciar la actividad de Vilella en las primeras horas del nuevo gobierno, aunque tampoco está formalmente nombrado como secretario ni de una cosa ni de la otra, porque no salió todavía el decreto reglamentario.
Es el primer día de gobierno de Javier Milei y los sindicalistas de ATE y UPCN boyan por los pasillos buscando un responsable de algo para preguntarle qué quiso decir el nuevo vocero presidencial, Manuel Adorni, cuando habló de que iban a ser despedidos todos los ñoquis. “¿Ñoquis de qué? -preguntaba uno de ellos en una conversación que escuché en un tumulto- Porque no son lo mismo los ñoquis de papa que los de espinaca”.
Ellos, los trabajadores de Agricultura, estaban tan confundidos como estoy yo con lo que sucede este lunes en el viejo edificio. Los funcionarios “viejos” renunciaron todos en masa la semana pasada y desde ese mismo día ya no asisten a sus lugares de trabajo. Los funcionarios “nuevos” todavía no han asumido formalmente sus cargos porque no hay normativa ni se ha creado a nueva secretaría. Mucho menos hay resoluciones nombrándolos en los cargos que los otros dejaron vacantes. La acefalía es evidente. Solo Caputo está nombrado como Ministro de Economía.
Ya ni los porteros ni la seguridad responden entonces a sus mandos naturales, porque sencillamente no los hay. Cuando a uno de los muchachos libertarios que acompañarán a Vilella se le ocurrió pedir un cafecito, los mozos directamente le exigieron que mostrara su nombramiento, y como no lo tenía lo mandaron directamente a freir churros.
Es tal la anarquía que me resulta muy fácil colarme en el despacho mismo del secretario, en busca de algún expediente perdido de la anterior gestión, algún documento sobreviviente de la feroz máquina picapapeles. Pero en medio de esa búsqueda, escucho ruidos.
Ingresan el futuro secretario Vilella, junto a sus dos principales colaboradores, Germán Paats y Pedro Vigneau. Yo llego a tiempo a esconderme detrás de uno de los viejos y enormes sillones de los años 60, y me asombró viendo restos de yerba debajo del mismo, sobre la alfombra. La yerba ess vieja, está demasiado seca, y por mi mente se me cruza la imagen de Luis Basterra, que era tomador de mate compulsivo…. Quizás haya sido él. Lo cierto es que hace rato que no sacuden esta alfombra.
Los tres funcionarios sin nombramiento se sientan unos metros más allá de mi escondite, en torno a la mesa larga de reuniones que está cerca de la puerta y del viejo mapa de la Argentina agropecuaria que adorna una de las paredes. Uno poco más allá, un retrato oficial del presidente Alberto Fernández confirma que la transición todavía no ha sido hecha del todo. No puedo mirar mucho más. Contengo la respiración para que no me descubran.
-Me llamó Caputo- dice el flamante secretario a sus colaboradores-. Me dijo que leyendo Bichos de Campo se avivó de que los exportadores de cereales están anotando exportaciones de millones de toneladas de maíz de la nueva cosecha, y de ese modo congelan el pago de retenciones en pesos. Flor de negocio están haciendo en nuestras narices. Como esperan una devaluación, hoy mismo anotaron más de un millón y medio de toneladas.
-Pero qué traidores estos exportadores, siempre lo mismo. No están comprometidos con las ideas de la libertad y aprovechan cada cambio de gobierno para hacer lo mismo… Este Gustavo Idígoras siempre juega a varias puntas.
-Bueno, la cosa es que Caputo me pidió que paremos esta sangría porque si le va a cobrar retenciones a mongopicho el año que viene.
Los tres integrantes de la avanzada mileista se miraron y decidieron actuar con celeridad. Incluso Paats llegó a pararse, enérgico como es, golpeando al mismo tiempo la mesa vidriada. Pero de inmediato volvió a sentarse, desconcertado.
-¿Y como se hace eso que pide Caputo?- preguntó a sus compañeros de aventura.
-Pues se cierra el grifo de las DJVE (Declaraciones Juradas de Ventas al Exterior) que se hacen al amparo de la Ley 21.453. Ya lo he visto otras veces- le contesta Vigneau, que como viene de Maizar conoce de este tipo de tropelías cometidas decenas de veces en los años del gobierno kirchnerista. Él mismo las denunció: Era vergonzoso, pero Agricultura podía cerrar las exportaciones de todos los granos con una simple circular dirigida a los exportadores, firmada por un ignoto subsecretario de Mercados Agropecuarios. No se necesitaba ni decreto ni resolución. Con eso bastaba.
-¡Pues hagámoslo!- se exitó Vilella, pero de inmediato volvió sobre sus pasos-. ¿Pero no es una contradicción que nosotros hagamos el primer día lo que prometimos desterrar desde el primer día cuando llegáramos al gobierno?
Se hizo un profundo silencio. En efecto era una contradicción visible y ominosa. Vergonzante. Los que prometían eliminar desde el principio cualquier viso de regulación sobre el comercio exterior, estaban en su primer decisión apelando a ellas. Se hizo un pesado silencio. A mi, doblado como estaba para no ser descubierto, la vejiga me empezó a apretar.
Cri, cri, cri. Se sentía el ruido de los cerebros pensando. El de Vilella hacía más ruido que los otros. Se supone que los intelectuales como él, que es catedrático y viene de la facultad, tiene más engranajes en la cabeza que los otros dos, sencillos productores.
-¿Pero qué problema nos hacemos si nosotros todavía no estamos nombrados?- preguntó Paats, intentando destrabar la discusión-. Si hay que bloquear las exportaciones será por unos pocos días, hasta que se concrete la devaluación oficial. Y como nosotros no estamos nombrados, pues no sería nuestra decisión.
A Vilella le costó asimilar el razonamiento, pero cuando lo digirió lanzó un provechito aprobatorio. Y ordenó: “Llamen de inmediato al secretario de Mercados Agropecuarios”.
Volvió a apoderarse de la sala un profundo silencio. Luciano Zarich, el contador que estuvo los últimos años bloqueando los embarques de granos y también de carnes, había hecho gestiones para quedarse en el puesto, e incluso montó una farsa de denuncia con un prestigioso diario porteño para desacreditar a sus sucesores nombrados en el puesto. Pero como no había tenido éxito, presentó su renuncia como todos los demás funcionarios políticos de la gestión de Juan José Bahillo. No estaba, había renunciado.
-¿Y ahora qué hacemos? Todos ellos renunciaron. Y nosotros no hemos sido nombrados. No hay quien se pueda hacer cargo del cierre del registro de DJVE.
Cri, cri, cri. De nuevo el silencio pesado. Cada segundo que pasaba yo sentía que mi vejiga iba a explotar, pero no podía ni siquiera moverme para acomodar ese asunto.
-Estos son los momentos de la historia en que no se puede dudar- interrumpió el silencio el flamante secretario que todavía no había sido todavía designado. Luego le pidió una birome a sus colaboradores y se puso a escribir él mismo una suerte de circular. Cada tanto, acudía a la web institucional para copiar modelos anteriores. Y así, fue tomando forma la siguiente esquela:
“De conformidad con los términos del artículo 18 de la resolución N° RESOL-2019-128- APN-MAGYP de fecha 14 de noviembre de 2019 del ex Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, y habiendo recibido las correspondientes instrucciones del señor Secretario de Bioeconomía; esta Subsecretaría de Mercados Agroalimentarios y Negociaciones Internacionales pone en conocimiento del Sector Exportador de los productos agrícolas comprendidos en el régimen creado por la ley N° 21.453, que a partir de las 17:00 hs. del día 11 de diciembre de 2023 se procede al cierre del registro de las Declaraciones Juradas de Venta al Exterior hasta nuevo aviso”.
-Está bárbara. Quedó muy linda – exclamó Vigneau cuando Vilella leyó en voz alta el proyecto de circular-. Se nota que tenés cancha -lo felicitó.
De inmediato, sin embargo, le planteó a quien sería su jefe algunas objeciones:
-Che, pero acá dice “habiendo recibidos las correspondientes instrucciones del señor Secretario de Bioeconomía”. Y vos todavía no estás nombrado. Es más… ¡Ni siquiera existe todavía la Secretaría de Bioeconomía!
-Bueno, pero nadie se va a avivar de eso. Caputo nos pidió cerrar las exportaciones y esta es la única manera de hacerlo. Además, supongo que todos estamos de acuerdo, porque estamos velando por los intereses del Estado. ¿no?
-Sí, claro. Y por eso cerramos las exportaciones. ¿No? ¿Pero no era eso lo que hacían los kirchneristas?
-Y sí, pero ellos hablaban de la Mesa de los Argentinos y toda la sarasa. Nosotros no vamos a declarar nada de nada.
-Acá citás el artículo 18 de una resolución de 2019. Lo firmó Luis Miguel Etchevehere, así que podemos echarle la culpa a él de esta situación. Dice… “En adelante, la Subsecretaría de Mercados Agropecuarios, con previa autorización escrita de la Superioridad, podrá proceder a la suspensión temporaria de la registración de DJVE. En dichos casos comunicará al sector exportador, a la citada Dirección General de Aduanas y hará la correspondiente publicación en la página web del Ministerio de Agricultura”.
-Así es, si Etchevere podía bloquear las exportaciones, ¿por qué no podemos hacerlo nosotros?
Agroindustria comenzó la revisión del aluvión de DJVE y ya anuló negocios por 1 millón de toneladas
-Bueno, porque nosotros prometimos eliminar este tipo de cosas desde el primer día del gobierno de Milei.
-Pero como nosotros no estamos nombrados, no vamos a ser nosotros los que bloqueamos las exportaciones. ¿Se entiende? Nosotros no existimos. Tampoco existe la Secretaría de Bioeconomía.
-¿Pero entonces, quién toma la decisión? ¿Los funcionarios qué se fueron?
-No, tampoco, porque ellos renunciaron. Y ellos eran dela Secretaría de Agricultura, que ya no existe más.
-No entiendo nada.
-Yo tampoco.
-Bueno, pero esto es lo que hay que hacer: cerrar las exportaciones de granos -cortó Vilella, terminante, la discusión, que ya amenazaba con convertirse en un debate filosófico y que también amenazaba a mi sistema urinario con una explosión. Hubiera sido un papelón que me descubran en ese lugar, y encima todo meado. Por suerte Vigneau tomó la iniciativa, agarró el papel manuscrito y dijo decidido: “Lo llevo a Informática, para su publicación”.
Salió presuroso del despacho, pero al ratito volvió. “El pibe que actualiza la web me pregunta quién mierda soy yo para darle órdenes”, explicó el flamante jefe de Gabinete de Agricultura. Perdón, de Bioeconomía.
Vilella estalló de furia. Salió de su oficina y se cruzó con los dirigentes de la Mesa de Enlace que todavía pugnaban por ingresar al Ministerio. Los mandó a la mierda y siguió caminando apresurado hacia la ubicación del webmaster. Como no pudo con amenazas, lo convenció prometiéndole un alto cargo en la nueva gestión. Finalmente salió el texto publicado. A esa altura, los exportadores de granos (que siempre dicen ser amigos de los gobiernos) se habían hecho un festival de declaraciones.
Yo aproveché la salida abrupta de los nuevos funcionarios para descargar detrás del sillón, sobre la alfombra. Total ya estaba muy manchada con la yerba usada de otras gestiones.