Dentro del catálogo de frutas que se producen en los valles productivos de Mendoza, la ciruela para industria es una de las que más se destaca por su pujante cadena. Obtenida principalmente por productores minifundistas, que han logrado con los años sumar tecnología y mayor valor agregado, se ha convertido en un símbolo dentro de las economías regionales y es representativa de San Rafael, en el sur provincial.
Así es como lo define Cecilia Albornoz, hija y esposa de productores agropecuarios, quien desde hace casi 20 años se dedica exclusivamente a cultivar ciruela para industria en esa zona y abarca toda la cadena, desde la producción primaria hasta la comercialización del producto final.
“La ciruela es un producto muy fiel para un productor. La cosechás, la deshidratás, ya sea en hornos o en paseras, al sol, la vas a guardar y las vas a vender seccionando en los meses del año. Es el producto que más me gusta trabajar”, contó la mendocina durante una visita de Bichos de Campo a su finca.
La finca Crismajo que mantiene junto a su marido originalmente contaba con vid y durazneros, que con el tiempo se reconvirtieron exclusivamente a ciruelos de la variedad D’Agen. Hoy estos frutales, que se levantan sobre espalderos y que cuidan en forma minuciosa, poseen más de 18 años.
La cosecha de este tipo de ciruela se realiza en el mes de febrero y aún mantienen las técnicas manuales tradicionales. Según Albornoz, por hectárea pueden obtener entre 20 mil y 30 mil kilos de fruta, dependiendo de los cuidados que hayan tenido las plantas durante la campaña, como la fertilización, y en especial de los eventos climáticos como el granizo.
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La finca Crismajo, en este sentido, es un ejemplo de tecnología e innovación aplicada al cultivo, ya que dispone no solo de riego por goteo sino también de malla antigranizo que se coloca entre octubre y marzo, y que se remueven a partir de abrir para dejar entrar el sol y evitar daños por la nieve. Pero también los socios invirtieron en un sistema de riego por aspersión, que se enciende en caso de peligro de heladas.
Otro pilar productivo que Albornoz destacó es la fertilización y los trabajos foliares, para evitar plagas que obstaculicen la correcta cuajada de la fruta.
En el proceso de la ciruela para industria, que es una variedad diferente a la fruta para consumo en fresco, una vez que las ciruelas fueron cosechadas se envían al secadero, donde son deshidratas, para de esa manera estuirar su vida útil. Cuando ya está lista, la fruta es guardada en bines de madera bajo techo.
“El deshidratado varía. Más o menos unos tres kilos y medio (de fruta fresca) te hacen un kilo de ciruela deshidrata. Y en esto no hay que creer que la guardo y me desentiendo. La ciruela necesita que vos a los 10 o 15 días la des vuelta dentro de los bines para ver cómo está la mercadería. Al mes hay que volver a darlas vuelta para ver que esté en perfectas condiciones. Pasados dos meses la ciruela no necesita mayores cuidados y puede mantenerse en un lugar freso”, explicó la productora.
La fruta es guardada hasta mediados de mayo, mes en que comienza la comercialización que se extiende hasta septiembre. Una vez que la industria se hace de esta materia prima, ella se encarga de rehidratarla o “tiernizarla”, momento en que la fruta recupera su brillo y humedad y queda lista para ser exportada. La fruta enviada al exterior, a Brasil y países europeos, se prepara en cajas de cinco kilos.
Según Albornoz, la ciruela en este formato funciona como una suerte de caja de ahorro que les permite a los productores no malvender sus cosechas de modo apresurado.
La productora conoce de cerca toda esta cadena ya que además es vicepresidenta de la cooperativa de productores local, que nuclea a 75 socios y 200 elaboradores. Cecilia integra además un cluster regional, que agrupa a todos los eslabones de esta cadena productiva.
“Son dos etapas de desarrollo diferentes. La cooperativa propiamente dicha reúne a productores primarios. El problema que tenés es que las propiedades son pequeñas. Muchos productores tienen una hectárea, dos, cinco, diez. De esa forma es difícil llegar al industrial, que necesita ahorrar tiempos y comprar en cantidad. La cooperativa entonces tiene la función de reunir al productor y de buscar el mejor precio para la mercadería que va a acopiar y entregar”, indicó Albornoz.
Respecto al cluster, sostuvo: “Es el que te lleva a ser representativo. Nosotros nos reunimos unidos en instituciones. El cluster tiene la función de acercar la necesidad del productor, el industrial y el exportador. Yo no voy a ir a sentarme con el presidente de la Nación con una finca de diez hectáreas, pero si se va a ir a sentar el presidente del cluster”.
En ese sentido, añadió que esa unión de productores es clave también para lograr obtener financiamiento, ya que es difícil para los productores primarios calificar para créditos bancarios. Como cluster, en cambio, distintas instituciones o bancos facilitan con fondos el desarrollo de los proyectos que los productores presentan.
Si a alguien le interesa conocer más sobre esta economía regional y además pasar unos días de descanso en San Rafael, por si fuera poco Cecilia se dedica también al turismo rural y ofrece alojamiento en medio de su bella finca, a través de La Casona de Crismajo.