A casi 50 kilómetros al sur de la ciudad de Santa Fe, se encuentra la capital nacional de la frutilla, Coronda.
En aquella región se producen las famosas frutillas chiquitas y sabrosas que desde ahí se venden a buena parte del territorio nacional, pero compitiendo con el otros polos hortícolas, como el de La Plata, en Buenos Aires.
En la ciudad santafesina se registró el viernes pasado en horas de la tarde una lluvia con granizo inesperado, que destruyó gran parte de la producción que hace históricas esas frutas, muy sensibles a los eventos climáticos.
En Coronda, hay poco más de 200 hectáreas destinadas a las frutillas, y la pedrada afectó a al menos 170 de ellas, afectando a no menos de 70 productores, según explicó Miguel García, presidente de la asociación de productores de frutillas de Coronda.
El propio García cuenta a Bichos de Campo que en la región venían atravesando años duros, con pérdidas en la producción por la sequía, asique a la lluvia “la pedían a gritos”. El tema es que con las lluvias, llegaron esas piedras que el mismo productor describe como más grandes que pelotas de naftalina. “Eran piedras entreveradas, algunas grandes, otras medias y otras chicas, pero todo en menos de 5 minutos”, dice el productor.
“En Coronda tenemos un poco más de 200 hectáreas de frutillas. En el polo hay más, pero se comparten con localidades vecinas como Desvío Arijón y Arocena. La piedra del viernes destruyó 176 de las hectáreas que hay de frutillas”, narra García, a la vez que afirma: “Los daños son del 60% para arriba, en algunos casos fue del 100%”.
La problemática más allá de las pérdidas, que según algunas estimaciones rápidas serían de más de 1.2 millones de kilos de frutillas, tiene que ver con los próximos días. En muchos casos las pérdidas fueron de las plantas, y ya no hay tiempo de replantar, ya que la cosecha está en su punto más alto por estos días.
“La frutería se planta, se hace todo desde cero, desde la tierra, armar los surcos y todo, todos los años. Como vas llegando al final de temporada, mucha gente también, al estar mal, no sé si la va a tratar de mantener. Es probable que ya desarme los surcos, disquee la tierra y listo, porque los lugares que estaban peor van a hacer eso. Hay algunos productores que van a esperar alguna semanas y después, si no ven mejoría, levantan los plásticos y dar por terminado”, explica García.
Para Coronda la actividad relacionada con las frutillas es la más desarrollada que posee, y está encumbrada en la principal economía de la localidad, algo que se resentirá luego de este desastre: “Los obreros pierden los ingresos. Hay logística, comercialización, todo lo que depende de la frutilla y no habrá laburo. En estos últimos dos meses se van a perder muchísimos ingresos. Los productores mucho más, porque el productor trabajó hasta hace poquito para pagar los costos del cultivo, y cuando venía la ganancia, se la lleva la piedra. Es probable que alguno no gane nada. O sea que trabaje todo un año sin ganar. Y en algunos casos extremos, ni siquiera cubrí los costos, porque para el que venía con deuda y sacó los insumos en dólares de 200 y ahora paga dólares de 365 con los costos de toda clase, es imposible”.
Además, para pensar la temporada de frutillas, se necesita tiempo y estrategia. Para las 70 familias que dependen de la actividad, este trabajo comienza en enero o febrero, preparando la tierra, para poder hacer el cultivo a lo largo del año y poder cosecharlo a fines del mismo. Ni siquiera tienen la opción de destinar las tierras a otra plantación que solucione temporalmente el hueco que dejó la pérdida por granizo de estos días.
Al respecto, García afirma que hay riesgos de que muchos dejen la actividad luego de este golpe de gracia: Venían arreciando los efectos de la sequía de tres largos años, y en la que parecería ser la campaña de la resurrección, este nuevo golpe.
En el caso particular de Miguel, él trabaja sobre 6 hectáreas. “Hemos perdido, yo digo que al menos 30 o 40 mil kilos. Ojo, no crean que es el precio que ustedes ven en la góndola. Al productor, siempre yo digo, de cuatro pesos que paga el consumidor, vos pagas cuatro pesos y a mí me queda uno, para después de ahí pagar el costo del cultivo y los trabajadores”.
Miguel García reconoce que desde el Estado se pusieron a disposición casi al instante, tanto desde el municipio como la provincia, para relevar los daños y evaluar soluciones, que no se sabe aún qué formato tendrá, pero los productores esperan que al menos permita no volver a endeudarse pensando en la próxima campaña.
Así es como están estas 70 familias de la región productiva de Coronda, capital nacional de la frutilla. En el año de la recuperación de las lluvias, 176 hectáreas quedaron casi destruidas, plantas y frutas. El daño es enorme para la principal economía de la localidad, y para las personas de carne y hueso que año a año siembran ese territorio, para irrigar con sus dulces frutos a todo aquel que busque comer una buena frutilla de Coronda.