Santiago del Solar es empresario agropecuario, integrante del Comité de Granos de la Sociedad Rural Argentina (SRA) y ex jefe de Gabinete del Ministerio de Agroindustria durante la gestión de Mauricio Macri. En el presente artículo de opinión expresa que las divisas generadas por el agro pertenecen a los productores, pero que, tal como está diseñado el sistema cambiario argentino, esa circunstancia se encuentra distorsionada.
En una reciente publicación del diario La Nación se detalló una crónica sobre una reunión reservada (aunque no tanto, claro) entre representantes del sector exportador y referentes del candidato a presidente Javier Milei.
De la nota surge cómo unas quince personas se presentaron de manera imponente en un almuerzo frente a referentes económicos de La Libertad Avanza y proclamaron que ellos solos disponen de los mecanismos necesarios para “traer” los 65. 000 millones de dólares que genera el campo y otras industrias exportadoras. Una impresionante auto-introducción (hay que reconocerlo).
Luego de bailar semejante e intimidante “Haka”, los quince se sentaron en una mesa a explicar cómo a partir de tamaña demostración de poder pueden ofrecer a un eventual gobierno una política agropecuaria acorde al leal saber y entender de esos comensales. Y también, generosamente, ofrecieron según la crónica, un referente del agro salido de esa mesa tan influyente para un eventual cargo en el Poder Ejecutivo.
Lo que deliberadamente omitieron los quince gerentes que estaban ahí es que ellos son sólo intermediarios del tan ansiado ingreso de dólares del campo. Ellos no son los que los producen esos bienes, sino quienes los exportan, dado que se trata de mercadería que previamente compraron a decenas de miles de productores distribuidos por todo el país.
A pesar de no ser los generadores reales de la producción, en la práctica, el hecho de ser quienes exportan y liquidan divisas, les da una posición de fuerza. Y más fuerza les puede dar si no se comprende cómo realmente funciona el mercado de granos.
La sola idea de saber que, conversando con unos pocos reunidos en una misma mesa, se puede pedir –por ejemplo– adelantar el ingreso de dólares a cuenta de futuros embarques, deja a cualquier gobierno a merced de un pedido de contraprestación por ese “servicio”.
Un “servicio” que es ni más ni menos que, vía la tradicional prefinanciación de exportaciones, ingresar divisas con un costo financiero que luego es muy fácil endosar al productor. En definitiva, se habla de dinero ajeno como si fuese propio.
La “carta” de los quince es “ganadora” y dicen: tenemos los dólares, podemos traerlos, somos pocos, conversemos, nos vamos a entender.
Básicamente lo que se ofreció en contraprestación es el “Plan del Consejo Agroindustrial”, que sería una suerte de “lista de deseos” de cada cámara empresaria ligada al agro, pero que no contempla los intereses de los productores agropecuarios.
Las bajas de impuestos, como el caso de los derechos de exportación, siempre en dicho plan vienen preñadas en mantener “diferenciales” intracadena como prebenda favorita y fetiche, los cuales en cualquier acuerdo internacional están taxativamente prohibidos por ser una práctica distorsiva del comercio, como quedó escrito con tinta indeleble en el texto del acuerdo comercial Mercosur-Unión Europea (que no está vigente al no ser ratificado por ninguno de ambos bloques).
Así también las prioridades de ese “listado de deseos” se basan en desgravar los bienes que vende tal cámara empresaria en detrimento de otra, que no pudo arrimar la lapicera a la hora de anotar un pedido de prebenda al redactar el plan del “Consejo Agroindustrial Argentino, que es una agrupación, vale aclarar, sin personería jurídica.
Es cierto que cualquier gobierno que asuma va a estar necesitado de dólares. Y van a mirar de inmediato a las exportaciones agroindustriales. Ahora: ¿Qué pasaría y cómo quedaría esta poco constructiva concentración de fuerzas si los exportadores no estuviesen obligados a “liquidar divisas” en el BCRA? ¿Y qué pasaría si en lugar de pesos las liquidaciones de granos al productor se pudiesen hacer en dólares?
En ese caso, habría decenas de miles de productores atomizados que podrían cobrar y vender sus dólares, o bien incorporarlos al proceso productivo de inmediato, sin necesidad de “la mesa de los quince”.
A partir de eso, cualquier gobierno podría concentrarse en realmente un programa que permita aumentar la producción, bajando impuestos, abriendo la economía, dejando fluir la iniciativa privada, la competencia genuina y no estar enmarcada por lobbies que tienen capacidad de conseguir para ellos alguna ventaja circunstancial, pero que traban el desarrollo global el agro argentino.
Santiago del Solar
Empresario agropecuario