El INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) prohibió la difusión, hace unas semanas, de los resultados de mediciones de rastros de agroquímicos realizados sobre 73 habitantes de la provincia de Buenos Aires por una de sus investigadoras, Virginia Aparicio, por considerar que el proceso -impulsado y financiado por universidades y ONG europeas-. no era demasiado objetivo ni científico, y que sus resultados serían sesgados. Es decir, el organismo consideró que el denominado Proyecto Sprint tenía la camiseta ya puesta en contra de los insumos agrícolas de síntesis química, que los fabricantes llaman fitosanitarios (sanadores de plantas) y los ambientalistas llaman agrotóxicos (contaminadores del campo).
Aparicio, que trabaja en el INTA Balcarce, respetó la decisión de sus superiores e incluso rechazó una entrevista con Bichos de Campo. Pero este miércoles en una conferencia virtual transmitida desde Nueva York, en el marco de la conmemoración del “Día de la Salud Ambiental”, quienes impulsan el Proyecto Sprint igual presentaron algunos datos de esas mediciones. El medio argentino La Vaca siguió esa sesión y comunicó algunos datos que también hablan sobre la Argentina.
Para empezar, en el caso local, se denunció que el 100% de participantes argentinos en esta investigación “presentó un rango de 6 a 13 plaguicidas en orina, un rango de 2 a 10 plaguicidas en sangre y un rango de 0 a 18 plaguicidas en materia fecal”. Esto coloca a la Argentina, según esta cuestionada medición, en el tope de los niveles de contaminación con agroquímicos, que para nosotros es el modo correcto (sin sesgos) de referirse a ellos. Es decir, esos niveles detectados ha sido superiores a las de los países europeos comparados. Solo sería superada por los Países Bajos.
Dice la nota de la periodista Anabel Pomar en La Vaca: “Entre los venenos detectados están obviamente el glifosato (genotóxico y probable cancerígeno) y el clorpirifos (que pese a estar prohibido en Argentina se sigue vendiendo hasta en los supermercados). El informe señala además los ‘cócteles’, que mezclan químicos para aumentar la potencia de cada veneno, reuniendo hasta 120 plaguicidas”.
El proyecto europeo SPRINT (siglas en inglés de Transición Sostenible de Protección Vegetal: Un Enfoque de Salud Global 2020/2025) intentó primero realizarse en el país con participación de entidades técnicas de la comunidad agropecuaria, pero esa posibilidad no prosperó y Aparicio quedó flanqueada sobre todo por organizaciones ambientalistas que suelen demonizar los agroquímicos. Fue una pena, porque la iniciativa financiada por la UE buscaba dimensionar la presencia de residuos químico en el ambiente y las personas. Estas son mediciones que debería realizar sistemáticamente el Estado Argentino. Pero lamentablemente no se realizan.
Finalmente del muestreo en Argentina participaron 73 personas como voluntarios. De las 73, un tercio eran consumidoras, otro tercio habitantes de pueblos pequeños y “vecinos de productores”, y el último tercio estaba conformado por productores agropecuarios, la mitad convencionales (y por lo tanto usan agroquímicos) y la mitad “agroecológicos”. También se incluyó un monitoreo en 14 establecimientos rurales, donde se tomaron pruebas en ambiente, alimentos, grano y muestras biológicas en animales.
Primer dato destacado de los resultados presentados: En los ambientes en los que esas personas se mueven a diario, “el total de participantes argentinos presentó un rango de 7 a 53 plaguicidas en las pulseras” de detección de ese tipo de sustancias.
Otros resultados consignados en la nota de La Vaca muestran que el fenómeno de esta presencia no es privativo de medios rurales, pues los residuos de químicos son incluso más presentes en hogares de pobladores citadinos:
- En alimentos: “el total de participantes argentinos presentó un rango de 6 a 22 plaguicidas en la muestra de alimentos”.
- En el polvo del hogar: “el total de muestras analizados en Argentina presentó un rango de 43 a 86 plaguicidas en polvo del hogar”.
- En granos de cultivos: “el total de muestras analizadas en Argentina presentó un rango de 0 a 8 plaguicidas en grano”.
- En animales: “el total de animales analizados en Argentina presentó un rango de 1 a 12 plaguicidas en orina, un rango de 0 a 16 plaguicidas en materia fecal”. (Los de sangre continúan pendientes).
- En alimento para animales: “un rango de 5 a 25 plaguicidas en alimento animal”.
- En suelos: “el total de muestras analizados en Argentina presentó un rango de 0 a 12 plaguicidas en suelo”.
- En Agua superficial: en “el total de muestras analizadas presentó un rango de 10 a 28 plaguicidas en agua superficial”.
La conclusión de SPRINT parece ser obvia, pues marca que no hay análisis que hayan descartado la presencia de sustancias químicas (al parecer, no siempre ligadas a la actividad agrícola) sino que por el contrario todos los análisis muestran una inquietante reiteración de resultados positivos. La gran pregunta que no se responde en esta iniciativa europea es cuán dañinos pueden llegar a ser esos niveles de detección de agroquímicos en el ambiente y el propio cuerpo.
Por lo pronto, dice la crónica de La Vaca que “entre los cuadros con centenares de nombres de moléculas químicas usadas en la agricultura, destacan algunos de los agrotóxicos más fumigados en nuestro país. El herbicida glifosato, y su metabolito AMPA, en los primeros puestos. Y para los muestreos en Argentina, en cantidades hasta tres veces superiores en algunas matrices. También el clorpirifos, recientemente prohibido en el país pero que se puede seguir comprando en cualquier góndola de supermercado en el sector de insecticidas”.
Otra conclusión de Pomar, que siguió la presentación, es que esos estudios “respaldan una afirmación que muestra la magnitud del daño, estremece. Hasta las personas que consumen o producen alimentos sin usar agrotóxicos tienen sus cuerpos contaminados. Y aquellas que consumen alimentos libres de agrotóxicos, también. El cuadro completo muestra que la exposición ambiental llega a todas las personas, no solo a quienes producen con venenos o viven en zonas rurales. Y por todas las rutas de exposición”.
Un ejemplo se encontró al medir el polvo de los hogares, presentado por Daniel Figueiredo, de la Universidad de Utrecht de Países Bajos. Los resultados indican que los agrotóxicos llegan a impactar en los organismos más por los ambientes que por la dieta misma.
Peor una conclusión de esta investigación es que la Argentina (productor agrícola) presenta niveles de contaminación bastante más elevados que el promedio de los países europeos (básicamente importadores). Según Hans Mol, de la Universidad de Wageningen de Países Bajos, hay presencia del herbicida glifosato en orina en el 86,1% de los 73 argentinos muestreados y en el 35,2% de los europeos, mientras al analizar las heces humanas se detecta ese plaguicida en el 70,5% de las personas residentes en Europa y en el 100% de los bonaerenses.
Para el caso del clorpirifos, el 3,7% de europeos tiene en sus heces ese tóxico, mientras que para la Argentina el número asciende a 37,7%. “Nuevamente salimos campeones, esta vez de otro podio tóxico”, dice la nota de La Vaca. Cabe aclarar que la Argentina fue el único país que realizó mediciones fuera del viejo continente.
Da vergüenza ajena la posición del INTA y el gobierno nacional. Diferente es el sector que hoy maneja el agronegocios. Nunca iba a aceptar participar. Otra pregunta para este medio. Porque no vió la conferencia de Mira York si el link para verla era público?? Qué cosa no? Otra más. Porque sospechan de la imparcialidad de las ONGs ambientalistas? Si los que te venden el glifosato desde los años 80′ te viene mintiendo diciendo que se inactiva al contacto con el suelo y que es inocuo?? Hay tanta hipocresía que da asco todo ya.
Habría que analizar el impacto en la salud de estos quimicos, y ver cuál es el origen y la manera de reducir o eliminar la presencia de los mismos de ciertos ambientes… Buenos Aires es una zona endémica con presencia elevada de arsénico en agua, algo inevitable por su origen natural, y muchos otros contaminantes industriales o derivados del petróleo, además de la radiación por emisiones electromagnéticas. Un cóctel que hace más difícil diagnosticar las causas de los problemas de salud derivados de estas agresiones cotidianas. Tenemos que trabajar juntos para producir, movernos y comunicarnos de manera eficiente y saludable. Es un gran desafío.
¿Por qué será que nunca hubo ningún estudio serio que demuestre la inocuidad de los agroquímicos? No existen estudios oficiales y los “particulares” que los encaran son cuestionados, desautorizados, bardeados, por el establishment agrícola, lo cual deja la puerta abierta para presuponer que no pasarían un examen riguroso.
Podrías indicar dosis y concentraciones y los estudios que confirman dichos compuestos como la causa de dichas afecciones?
Lo interesante es que se reconoce que Argentina es el único país fuera de Europa dónde se hace este estudio.
Me gustaría verlo comparado por ejemplo con Uruguay,Estados Unidos,Japón o India porque así parece que somos todos idiotas cuando aplicamos lamisma tecnología que se suele usar en el resto del mundo.
Faltan otros detalles como por ejemplo saber que residualidad se está midiendo o EXACTAMENTE dónde se hizo el estudio.
Se indica que se evaluó a “productores ecológicos” en igual número que convencionales…¿De dónde los sacaron?.
Que los agroquímicos NO son buenos no lo discuto pero de ahí a demonizarlos me parece un gran error.Que me comparen el uso/cultivo de glifosato en Suiza contra Santa Fe (por ejemplo) me resulta siempre una payada
Don Daniel lo invito. Leer el informe de la UNL sobre la caracterización físico – química de la molécula de glifosato. De esta manera usted podría sumar argumentos que poseen rigor científico. También que profundice en la campaña “mala sangre”. Sólo con estas dos referencias, usted podrá dilucidar que la “demonización” no es una demonización en si, sino que expone un producto que alega a ser creado por el mismo demonio, por su capacidad de acumularse en las grasas, de ser transferido mediante la leche materna, de ser capaz de atravesar la barrera hematoencefálica, su funcionamiento cómo disruptor endócrino y sobre todo la potencialidad MUTAGENICA. No es una demonización, es una recopilación que expone una realidad, que asesina a las generaciones futuras (la soja en madres embarazadas, genera deficiencia de zinc, el cual es fundamentalpara el completo desarrollo del cerebro, cuando somos feto), atenta contra el genoma humano, mata la biota del suelo, contamina las fuentes de agua, y es el promotor de las enfermedades que generan los compradores para sus otras empresas, las farmacéuticas, que como todo el paquete tecnológico dependen de la química. No es ciencia ficción.