Cincuenta años atrás, en 1968, a un grupo de ingenieros que trabajaba para la aceitera INDO se le ocurrió moler semillas de soja para ver qué sucedía. No se imaginaron nunca que iba a pasar todo lo que pasó después, a punto tal de que la harina y el aceite de soja (principales productos de ese proceso industrial) se transformaron en los principales rubros de exportación de la Argentina, con 30% de los embarques totales.
El ingeniero Enrique Lasgoity fue parte de ese grupo de visionarios. Junto a un grupo de profesionales del aceite decidieron empezar a ‘moler’ soja en 1968, cuando todavía no se sembraba el poroto en el país o se hacía marginalmente en algunas zonas alejadas. Lasgoity trabajaba en la empresa INDO, que por aquella época se dedicaba a hacer aceite de lino y maní, y que más adelante se transformaría en La Plata Cereal. “Tuvimos que importar soja para hacer las pruebas”, recordó.
Esas pruebas no tuvieron al principio demasiado éxito, básicamente por falta de compradores. “Tuvimos que hacerle análisis de todo tipo para poder venderla”, explicó el ingeniero a Bichos de Campo.
“La soja ya se estaba desarrollando en Estados Unidos y Brasil. En Argentina llegó entrada la década del ’70. Nos ayudó mucho el ingeniero agrónomo
Alberto Piquín de INTA Cerrillos para introducir la soja en los campos. Había que pegarle al productor para que la siembre en aquella época”, contó Lasgoity. “Pero después terminó entrando bien como doble cultivo atrás del trigo”, rememoró.
Aquí la entrevista completa con en ingeniero Enrique Lasgoity:
“Después vino toda la discusión de la construcción en los puertos, en la que estuve muy metido. Y más tarde viene la etapa del biodiesel. Allí la segunda planta autorizada del país la hice partiendo de una planta que hacía cuestiones químicas en San Luis”, recordó el pionero de la industrialización de la soja, que desde hace tiempos e dedica a la consultoría privada..
Lasgoity reconoció que el desarrollo de la soja en el país y el mundo no fue producto del talento sino más bien obra de la necesidad. El factor decisivo para el boom sojero fue el cambio climático, ya que la incipiente aparición de los fenómenos El Niño y La Niña, hicieron correr mar adentro a la anchoveta que se pescaba en el norte del Perú y abastecía las fábricas de harina proteica de pescado que se utilizaba para el alimento balanceado de otras producciones ganaderas en todo el mundo. Como se tornó cada vez más complicado capturar la anchoveta, comenzaron a buscarse sustitutos. Y allí apareció la soja, que tenía un porcentaje de proteína muy similar.
Bichos de Campo le preguntó al veterano ingeniero cómo seguía esta película. “Veo futuro en todos los derivados, como bioplásticos. Pero con especial énfasis en el extrusado, un método sin químicos ni solventes, un producto regional que evita que los camiones vayan y vuelvan del puerto, con lo que eso significa para la huella de Carbono. Hay defender a este sector, escucharlo por lo menos. Porque el expeller se puede vender en la región (Chile, Perú, Uruguay), en aquellos países que no tienen soja”, dijo Lasgoity.
“Además estamos trabajando con el aceite, reemplazando el gasoil y el GLP (gas licuado). Podríamos hacer que el productor tenga su propio combustible con el aceite, no con biodiesel. Rudolf Diesel hizo andar los primeros motores en Sudáfrica con aceite de maní (una oleaginosa como la soja), porque no tenía carbón para el vapor”, ejemplificó .