El régimen del “dólar soja” constituye una política agropecuaria instrumentada con un propósito cambiario, lo que implica que el objetivo de la misma es independiente del impacto que pueda llegar a tener en sector agroindustrial.
Lo que eso significa puede entenderse mejor al observar la proyección de exportación de maíz realizada por la Asociación de Exportadores de Cereales de Brasil (Anec), que muestra una importante desaceleración en el presente mes de abril para retomar recién en julio próximo con el ingreso de la cosecha de maíz tardío.
Luego, a partir del mes de septiembre con el ingreso de la cosecha estadounidense, los precios internacionales del maíz tienden a experimentar un nuevo “enfriamiento” (si no aparece ningún evento disruptivo, claro).
Esa es la razón por la cual los precios del referencia del contrato Maíz CME Group Mayo 2023 están 10 u$s/tonelada por arriba de los de julio y unos 30 u$s/tonelada más elevados que los de septiembre. La oportunidad comercial para el maíz argentino se concentra en los próximos tres meses.
La cuestión es que, con la introducción de una nueva edición del “dólar soja” a partir del próximo lunes, los esfuerzos de las compañías agroindustriales estarán seguramente focalizados en originar soja, dado que la “ventana” de la devaluación temporal expira a fines de mayo próximo.
Con una cosecha de soja muy inferior a la esperada y un tipo de cambio especial de 300 $/u$s disponible apenas por unas seis semanas, las compañías agroindustriales dispondrán la mayor parte de sus recursos financieros y logísticos para capturar las pocas partidas de soja disponibles.
El peligro es que, frente a esa “distracción”, el grueso del maíz argentino termine siendo embarcado luego de mediados de año para generar menos divisas al tener que competir fuerte con el brasileño y el estadounidense.
A la fecha la cosecha argentina de maíz comercial 2022/23 suma unas 3,0 millones de toneladas sobre un total de 36 millones proyectado por la Bolsa de Cereales de Buenos Aires.