Tristeza e impotencia. Esas son las dos sensaciones que prevalecen después de escuchar las historias de los productores cebolleros que se extienden desde los valles del sur de Buenos Aires hasta el límite con Río Negro. Los relatos no son nuevos y este medio ha dado cuenta de ellos, pero la situación se agrava y la desidia de las autoridades queda de manifiesto. Eso es lo que lleva a estos pequeños chacareros a salir a las rutas, algo que ciertamente no les gusta porque, como dicen, lo suyo es sembrar y cosechar cebolla.
“Soy hija de productores acá en Mayor Buratovich. Mis papás están en la zona desde la década de 1990. Toda su vida han hecho cebolla, aunque en algún momento también hicieron tomate, morrón, melón, sandía y otras verduras. Yo tengo 29 años y desde los 18 participo acá. No somos dueños de la tierra. Alquilamos dos hectáreas que pagamos en bolsas de cebolla, un método que existe desde siempre”, relató a Bichos de Campo la productora Laura Vasquez, quien en el día de ayer participó de la marcha realizada en la zona del Río Colorado.
Allí el reclamo fue contundente. Pequeños productores de la región, nucleados en la Federación Rural para la Producción y el Arraigo que forma parte de la UTEP, denunciaron públicamente que la AFIP y el Ministerio de Trabajo, en complicidad con los municipios y los propietarios de algunos campos, los responsabilizan de la informalidad de la cadena y les aplican multas millonarias que no pueden costear, cuando la culpa debería recaer en otros “peces gordos”.
Pero para entender este conflicto, primero hay que analizar cómo se desenvuelve la actividad en esta zona productiva, que es la región cebollera por excelencia.
La producción de cebolla se realiza entre los meses de abril (siembra) y enero (cosecha). La producción sin embargo no ingresa al mercado hasta marzo, ya que primero debe pasar por un proceso natural de secado, que le otorga su característico color, además del descolado, en donde se remueven sus hojas y raíces. Esta última tarea es tradicionalmente realizada por cuadrillas formadas por los mismos productores, que en muchos casos son al mismo tiempo changarines.
Parte de la producción se vuelca al mercado interno, aunque la mayor proporción se destina a los acopios que la acondicionan para la exportación. En esa región se obtiene el 80% de la cebolla que es enviada al exterior, principalmente a Brasil, que muchas veces envía personal a los acopios para seleccionar y verificar la mercadería.
La bolsa de cebolla de 20 kilos destinada al circuito local es pagada a los productores 400 pesos, mientras que la de 25 kilos que se envía al exterior adquiere un valor de 500 pesos. En ambos casos la cotización no es una le otorgue la rentabilidad necesaria a los productores, teniendo en cuenta que el kilo de cebolla puede encontrarse a 300 pesos en supermercados.
Esas mismas cotizaciones son las que rigen el pago de los alquileres. En el caso particular de los Vasquez, el alquiler de esas dos hectáreas de tierra les cuesta el equivalente a 700 bolsas de cebolla por hectárea, es decir 1400 en total o 700.000 pesos si se toma como referencia el valor de la bolsa de exportación.
¿Y cuánta cebolla suele obtenerse en promedio por hectárea? Si el clima acompaña y el agua disponible es abundante –recurso primordial para realizar este cultivo- se pueden alcanzar las 2.000 bolsas por hectárea.
De las 2.600 bolsas que los Vasquez tendrían como resto luego de pagarle al dueño de la tierra, hay que sumarle el costo de los insumos que, como en la mayoría de los casos, están valuados en dólares.
“Para producir necesitamos semillas, urea, herbicidas y otros productos foliares. Este año la bolsa de urea llegó a costar 15.000 pesos. En una hectárea de cebolla se necesitan aplicar 10 bolsas de urea. La semilla por su parte cotizó 9.000 pesos el kilo. Para producir una hectárea necesitamos 6.5 kilos de semilla. Hace las cuentas”, detalló la productora.
“La familia productora tiene además que changuear, porque la capacidad de producción, los costos de eso y lo que se vende no le alcanza para mantenerse. Este año se sembró por sembrar, por el gusto a hacerlo. No se está vendiendo y lo que se vende se hace a un precio muy bajo. A eso sumale los operativos que venimos denunciando en la zona, que se realizan desde hace mucho tiempo”, agregó a continuación.
Llegamos al punto central de esta historia.
-¿Cuáles son esos operativos?- le preguntamos a Laura.
-Son los controles de la AFIP y el Ministerio de Trabajo en la zona, que piden cosas exageradas. Nosotros no estamos en contra de tener la actividad y a los trabajadores regularizados, pero no tenemos una política que recorra a todo el sector. No tenemos una estrategia de trabajo. De pronto te caen al campo y si vos no entregás lo que ellos quieren, te pueden hacer multas de hasta 1 millón de pesos.
-¿Qué cosas quieren?
-Papeles. Por ejemplo te piden el número de RENSPA (el Registro Nacional Sanitario de Productores Agropecuarios). El productor no es que no quiere tenerlo, de hecho le permitiría vender su producción a un mejor precio, sin embargo para eso debe indicar el campo en el que trabaja y los mismos dueños del campo no te dejan hacerlo. Siempre caemos en lo mismo, el que más tiene termina teniendo más poder sobre el que menos tiene.
Esta maniobra de los tenedores de tierra, que en muchos casos amenazan con evitar el ingreso de los productores y recuperar su producción, da cuenta de que la mayoría de los contratos no se encuentran declarados. Desde su mirada, poner en el mapa su campo los pondría frente a estos controles de las autoridades que los productores denuncian.
“Nosotros siempre afirmarnos que un RENSPA no debería afectar en nada al dueño del campo, sin embargo ellos creen que de tramitarlo los controles de AFIP caerían directamente en su propiedad. Amenazan con que si cae una multa, la misma será para el productor. Como el no la podrá pagar, porque los montos son altísimos, perderá su producción que quedará en manos del tenedor de la tierra”, explicó la productora.
-¿Qué otras cosas les piden las autoridades en estos operativos?
-Que la gente esté en blanco.
Este es quizás el punto más controvertido de la cuestión porque si bien el reclamo es uno correcto –todos los trabajadores deberían en efecto está blanqueados en el sistema-, las autoridades responsabilizan de este trámite a los productores y no a quienes contratan a las cuadrillas de descoladores.
“El cuadrillero, que es la figura de quien ofrece el servicio de traslado de los trabajadores que hacen el descole, no es un patrón. El es contratado por el comprador, y es el comprador el que no quiere ponerlo en blanco ni a él ni a quienes transporta. Sin embargo, AFIP le pide al productor que blanquee a esos trabajadores cuando él no tiene el recurso ni la responsabilidad”, afirmó Vasquez.
“Cuando cae el operativo y ve a toda esa gente trabajando en el descole a campo, exige el blanqueamiento. Como nadie se quiere hacer cargo de ese circuito, esta situación cae en manos de quien produjo esa cebolla, que nada tiene que ver con el comprador. El ya vendió, no debería ni estar en la foto. Pero le atribuyen la responsabilidad a él, la multa se la ponen a él y el no puede pagar 1 millones de pesos”, indicó luego la productora.
-¿Por qué creés que ocurre esto?
-Porque no hay una política bien aplicada que contemple a la totalidad del circuito productivo cebollero. Como a nadie le interesa escuchar a este sector, que produce más del 80% de la cebolla que exporta Argentina, se dan estas cuestiones de las que nadie se hace cargo. Nadie te escucha, el productor termina contrayendo multas impagables, deja de producir como consecuencia de eso y sale del circuito.
-¿Considerás que esto expulsa a compradores como Brasil?
-Sí. Los productores no siguen trabajando, los cuadrilleros no salen, no se compra cebolla, y la producción sigue en el campo. Brasil no puede estar acá y no comprar. Nosotros llegamos a tener entre 15 y 20 camiones en la zona saliendo con cebolla de exportación. Hoy no hay nada de eso. Y para nosotros es fundamental que venga Brasil porque mueve todo el mercado. Aportan la capacidad de compra que el mercado interno no tiene.
-Ayer hicieron una marcha. ¿Qué reclamaron?
-Que se genere una política para el sector. No podemos seguir así todos los años. Yo realmente ya tengo miedo. Esta semana nos juntamos en familia a analizar la situación, y decidimos dejar la producción. Con todo lo que eso implica, porque nosotros tenemos que bancar comer todo el año, tenemos un hermano que estudia. Durante meses nos abocamos a nuestra producción y no tenemos otro ingreso más que ese, que es por única vez.
-¿Decidieron dejar de producir cebolla entonces?
-Sí, porque no tenemos el recurso económico. No podemos bancar una hectárea siquiera. Encima que no vendemos lo que tenemos, no tenemos capacidad de reinvertir. Finalmente, los productores terminan haciéndose cargo de cosas que no deberían y pasa esto. Y no hay un ente controlador que mire esta situación. A nadie le interesa reunirse con nosotros. No hay un Estado presente. No se puede tomar una decisión desde un escritorio sin conocer la situación. Repetimos: no estamos en contra de la actividad esté en regla, pero hay que desarrollar una estrategia particular porque no es aplicable si no. Parar en la ruta no es lindo pero lo hacemos porque no entendemos cómo alguien que produce alimentos debe enfrentarse a situaciones como esta.
-¿Barajan alguna alternativa para a seguir a flote?
-No. Hoy al menos no tenemos una. Y te da tristeza porque no conocemos otra vida.
La historia de la familia Vasquez, lamentablemente, no será la única.