A fines del año pasado, una denuncia realizada por un apicultor cordobés a Bichos de Campo levantó el velo sobre el preocupante estado de esta actividad: durante casi dos años los productores de miel vieron el precio de su producto planchado, al tiempo que sus insumos aumentaron más de un 300%. Con una inflación anual del 100%, esa actividad entró en rojo.
Por desgracia, varios meses después el panorama no parece haber cambiado mucho. Si bien el precio por kilo de miel registró una actualización, aumentando 100 pesos su valor y superando la barrera de los 400 pesos, la sequía metió la cola y afloran las consecuencias en la producción.
“El impacto de la sequía en la apicultura es directo porque la abeja no tiene agua para tomar. El mayor porcentaje de la miel es agua que la abeja procesa, y el resto es el néctar de la flor que ahora tampoco sube. Este año, con las mismas colmenas que el año pasado, la misma alimentación y las mismas condiciones de sanidad, vemos hasta un 30% menos de producción”, dijo el apicultor Franco Bruno a Bichos de Campo.
“Ante la falta de agua y que el néctar no sube a la flor, la abeja tiene que viajar más lejos y gasta más energía o se muere en el trayecto. Y si nosotros asociamos a la sequía con las mieles más oscuras, porque florecen arboles y no pasturas claras como un melilotus, ahí tenemos una doble complicación: bajo rendimiento y una miel que en el mercado se paga a un valor menor”, alertó a continuación el productor.
Hay que recordar que la miel se mide en la escala de Pfund, la que distingue entre mieles más claras –que reciben valores más altos de entre 420 y 450 pesos- y aquellas más oscuras –que llegan a cotizaciones que rondan los 250 pesos-. Es así entonces que la floración influye también en la rentabilidad de un apicultor.
A eso hay que sumarle luego el precio de los distintos insumos a emplear: la bolsa de azúcar o el jarabe de maíz, la cera para estampar la miel, los productos para afecciones como la varroa, los tambores vacíos para transportar el producto, los costos logísticos, entre otros.
-¿Considerás que la apicultura es una actividad en la que influye mucho la escala?
-Hay que tener en cuenta que la mayoría de los apicultores argentinos usa a la apicultura como una entrada secundaria. Es más por pasión que por otra cosa. Luego, cuando te vas agrandando, ves que deja dinero porque vendés toda la producción junta. El tema de eso es la rentabilidad porque vos recibís un dinero con el que luego debes invertir en insumos. Hay que saber cómo manejarlo. Hoy para vivir de la apicultura hay que tener una gran escala, o mediana a grande, o sea, a partir de 800 colmenas. Cualquier persona que quiere incursionar en la actividad tiene altos costos como maquinarias, los insumos y movilidad para que sea rentable a los cuatro o cinco años.
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-Se recompuso un poco el precio de la miel pero siguen aumentando los costos y la sequía hace lo suyo. ¿Cuál es tu diagnóstico ahora finalizando el primer trimestre del año?
-Es una montaña rusa. Cuando hablamos a mediados de octubre el panorama era bastante malo. A partir de la mitad de diciembre en adelante y hasta finales de enero llovió, la producción repuntó, se llenaron rápido las colmenas, pero volvió la sequía y luego cayó una helada en nuestra zona. Ahí también perdimos la floración. El panorama entonces es uno muy complicado si el precio sube pero no lo hace acorde a la inflación, y mucho menos a la suba de insumos. A eso sumale una caída de los rendimientos que rondará el 30%.
A continuación, Bruno concluyó: “Hay que ser resilientes. Argentina es el país que tiene más colmenas en todo el hemisferio sur hace varios años. Es el país que exporta de las mejores calidades de miel en el mundo. Los apicultores de Argentina no bajan los brazos porque somos alrededor de 75.000 y exportamos muchas toneladas de miel. Hay que tener en cuenta que es la segunda actividad de muchos sectores y no creo que la mayoría se fundan porque hay una actividad principal”.