“Espero que ahora no me censuren esta entrevista y pongan todo”, nos pidió Andrea Ghidini, la directora de la Cátedra de Acción Comunitaria de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), ni bien se apagó la cámara. Le dijimos que nosotros nunca censuramos a nadie, porque nuestra idea es mostrar todas las expresiones posibles vinculadas con el sector agropecuario argentino.
Fue hace justo una semana, el sábado 4 de febrero, cuando con el equipo de Bichos de Campo decidimos ir a grabar a la Fiesta del Tomate Platense, que se realizó en la chacra experimental de Gorina del gobierno bonerense. Decidimos hacer este viaje porque no era demasiado costoso y nos permitía entrevistar a integrantes del grupo que está tratando de revalorizar esa especialidad hortícola en el cinturón verde de La Plata. El resultado se verá en entrevistas que pronto publicaremos aquí y que seguramente serán el corazón del programa de televisión cuando regresemos a esa pantalla el primer sábado de marzo.
Pero la visita a esa actividad organizada por el Ministerio de Desarrollo Agrario y la UNLP tenía un segundo condimento: como frente a la experimental del Gorina, calle de por medio, hay dos cárceles provinciales donde los internos participan de un programa de huertas agroecológicas, la idea de nuestra visita al lugar era filmar también allí para mostrarle al público de Bichos de Campo en qué consiste esa actividad, que es promovida desde la propia Universidad de La Plata y el Ministerio de Justicia de la Provincia. Con esa promesa viajamos ese día. Habíamos incluso enviado varios días antes los números de nuestros DNI para hacer la solicitud de ingreso a esos establecimientos penales.
No se sabe quién dio la orden en contrario, pero esa misma mañana, estando ya en viaje, nos informaron que no íbamos a poder ingresar a filmar las huertas ni hablar con los reclusos por “órdenes superiores” que nadie explicó. Fue una decepción, porque habíamos invertido tiempo y algo del escaso presupuesto que tiene este medio (los costos de la nafta, la comida de cuatro personas, cuatro pares de pilas para el micrófono y contratar un cámara por esa jornada) para poder hacer esa nota.
Frente a la expresa prohibición de ingresar a ver las huertas adentro del penal, se nos ofreció como alternativa hacer una entrevista a uno de los cinco internos de la cárcel que habían sido seleccionados para cruzar a la Feria y contar lo que hacían dentro de la cárcel a los visitantes de la feria hortícola. Nos pareció que podía ser una alternativa hasta que alguien sugirió que la entrevista debía ser con el preso de espaldas a la cámara. Nos pareció ridículo y por eso nos negamos: los muchachos estaban allí en la feria, podían verlos todos a cara descubierta, pero a nosotros se nos obligaba a mantenerlos en el anonimato, como si se tratara de traficantes arrepentidos que denunciaban a la mafia y temían por su vida.
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Por fortuna, había en la muestra otras cosas para mostrar y a eso nos dedicamos varias horas. bajo un sol implacable, quedamos más colorados que tomate platense recién cosechado.
Antes de irnos del lugar, de todos modos y para no perder aquella historia de los huertas dentro de los presidios, le hicimos la entrevista a Andrea Ghidini, quien depende directamente del rectorado de la Universidad Nacional de La Plata y tiene a su cargo el programa de esta alta casa de estudios -que como todos saben está bastante cercana al kirchnerismo como movimiento político- dedicado a promover la reinserción de los internos de las cárceles en la sociedad, una vez cumplida su condena.
Fue ella la que nos pidió que no la censuráramos al terminar la nota. Quizás sospechando que hablaba con un equipo periodístico de Clarín o de TN, medios que criticó en un par de ocasiones, la funcionaria de la universidad pública reveló de inmediato su perfil militante cuando expresó que las cárceles deberían estar llenas de la gente poderosa que endeudó al país al volver al FMI y no de tantos pobres sin demasiada posibilidad de defensa como albergan ahora.
Acaso este deseo de que no paguen justos por pecadores haya sido lo único que podíamos compartir con esta militante kirchnerista, porque a partir de allí la entrevista que hicimos se llenó de tropiezos:
De entrada, y esto se repite en casi todos las entrevistas que hacemos en Bichos de Campo, llamé adrede como “presos” a los habitantes de las cárceles o penitenciarías que teníamos detrás, justamente para provocar una reacción de Andrea y permitirle explicar por qué razón no era bueno estigmatizar a quienes cumplen una condena de la justicia. En mi propio caso, había aprendido la diferencia de boca de un productor de ovinos de Entre Ríos, que un par de semanas atrás me había contado su experiencia como instructor de un grupo de “internos” que trabajaban en una sala de faena (cuchillo en mano) dentro de un penal de Gualeguaychú.
-¿Por qué hay que decirles internos y no presos? Me cagaron a pedos el otro día por decir “presos”. ¿Cuál es la diferencia?
-Presos es una estigmatización de la persona. Yo te diría personas privadas de libertad por ser pobres, porque hay un montón de personas que tendrían que estar en la unidad 12 o 18 de Gorina y en todas las unidades penitenciarias, y que por tener dinero no acceden a la unidad, pagan o se quedan en sus casas. Tiene un buen abogado, o sacan préstamos, que después el pueblo tiene que devolverlos, del Fondo Monetario Internacional. O sea, ejemplos hay un montón y sin embargo las unidades penitenciarias son para gente pobre.
Ghidini luego nos contó básicamente lo que hace el programa de la UNLP en algunas cárceles bonaerenses, como las dos de Gorina, la de Barker o la de General Alvear, que están ubicadas en zonas rurales y son para internos que ya están en los tramos finales de su condena. Explicó que “el interno que está por este momento privado de libertad puede acceder a todos los derechos que tiene cualquier ciudadano. Entre ellos el estudio. Lo único que se le impide es el derecho a la movilidad por estar con una causa judicial privado de su libertad. La Universidad, junto al Ministerio de Justicia, coordina este programa de acompañamiento académico y laboral”.
La idea, entonces, es preparar a los convictos para que tengan una posible reinserción laboral el día que finalmente sean libres. Por eso la UNLP les enseña abogacía o comunicación. “Nos parece fundamental para cambiar su historia de vida la herramienta educativa y laboral”, reflexionó la entrevistada
-Pero vos viste el programa que tenemos nosotros, Bichos de Campo. ¿Entonces tiene que ver la agricultura?
-Dentro de este acompañamiento laboral o desempeño laboral, la Universidad Nacional de la Plata, en el marco del Plan Estratégico Penitenciario, está desarrollando huertas orgánicas autosustentable, que significa dos cuestiones. En primer lugar, ellos mejoran su alimentación de manera saludable y la finalidad superior es poder reivindicar la cultura del trabajo. Ellos todos los días desarrollan estas actividades como para recuperar esta cultura. Y así transformar el círculo vicioso del delito en el círculo virtuoso de la educación y la capacitación.
-¿Cómo reciben esta posibilidad los internos? ¿Hay disponibilidad de mano de obra?
-No es obligatorio. Ellos son los que deciden qué cursos hacer y que cursos no. Y les provoca muchísimas cuestiones positivas desde lo psicológico, desde el contacto con la tierra, con el verde, con la madera hasta lo que es una futura reinserción laboral. Tenemos una muy buena recepción de parte de los muchachos y aquí nos hemos encontrado, porque precisamente han sido invitados por el Ministro de Agricultura de la provincia para poder mostrar lo que ellos hacen todo el año puertas adentro de la unidad.
-¿Por qué la huerta es orgánica? Digo porque afuera capaz que les toca trabajar en una huerta convencional…
-Nosotros estamos asesorado por el INTA. Entonces básicamente no se utilizan ningún tipo de agroquímicos. O sea, se siembra y luego se hace el proceso correspondiente y se cosecha esos productos de la tierra que son totalmente naturales.
-¿Y los productos se venden o se consumen dentro de los penales?
–En este momento la Huerta Educativa de la Universidad Nacional de La Plata y el Ministerio de Justicia es de autoconsumo. O sea, los internos lo que hacen es complementar la alimentación que se les brinda a través del servicio penitenciario, con estos elementos, con estos productos orgánicos. Y la verdad que el cambio es muy importante.
-Me imagino la clásica escena de una vieja película de cárceles, donde se arman las colas y el cocinero sirve un cucharón de algo y de golpe aparece un tomate orgánico.
–No, ya no eso. Te quedaste en la película y un poco en lo que promociona Clarín y TN. No sucede así en la actualidad. En la actualidad tenemos empresas de catering que trabajan muy bien dentro del servicio. Cada interno recibe su taper individual con una vianda nutricional y un menú semanal ya establecido de antemano, y los productos orgánicos sirven para complementar esa alimentación. Así que no somos “El Marginal”. No somos lo que nos quieren vender que hacemos en la cárcel. Eso muestra lo peor.
-¿Entonces al final es cierta la frase esa que dice que los presos o los internos comen mejor que nosotros, que estamos afuera?
-Depende, porque a veces los que están afuera no trabajan y cobran sin trabajar. Pero ellos trabajan y el fruto de su trabajo complementa la alimentación que le da el servicio penitenciario.
-Es decir que funciona. Los estimula a hacer algo diferente cuando salgan.
-Llevamos 13 años de experiencia con el programa, fuimos destacados por la Organización de Estados Americanos (OEA) cuando cumplimos diez años. Somos material de consulta a nivel regional por el hecho de que en toda la región la universidad pública gratuita no va a las cárceles. Nosotros, desde la Secretaría de Extensión, a cargo de nuestro secretario Sebastián Palma, que hoy nos visitó junto al ministro de Justicia, el doctor Julio Alak, y la vicepresidenta de la Universidad, Andrea Varela, estamos convencidos de que no sólo un sistema penitenciario moderno es posible, sino que ellos (por los internos, no por los funcionarios) pueden tener una nueva oportunidad de regreso a la comunidad.
-Ojalá que sea así, porque en todo caso sacaremos de los diarios esos títulos siniestros que dicen que cada vez hay más presos en las cárceles.
-Claro, ¿Mirás mucha tele?
-Miro la estadística…
-No mirás la estadística, porque precisamente la estadística lo mencionó el otro día Axel Kicillof nos muestra que la reincidencia está disminuyendo Y te paso un dato académico: más del 95% de los internos que acceden a un título universitario no reincide.
-Bueno, ojalá que la estadística sea así de cierta. Para mí hay muchos más internos que cuando yo era chiquito. Muchas gracias por la entrevista.
Luego de eso, Ghidini pidió que no la censuráramos y que difundiéramos la entrevista. No sabemos si por los actos de fe kirchnerista que realizó (al criticar tanto a TN o Clarín) o porque le salió el cholulaje de agradecer y mencionar a todos sus superiores, de los que depende el programa. Como sea, le explicamos que Bichos de Campo no censura a nadie. Y mucho menos a gente que considera inofensiva.
Cuando se marchaba, la funcionaria de la Universidad pública nos recomendó: “Espero que la próxima vez les salga la bala”. Suponemos que hacía referencia al fallido atentado contra la ex presidenta Cristina Kirchner. Lamentablemente eso no quedó grabado porque hubiera sido un excelente Meme.
PD: Dice la Wikipedia, que debe ser otro medio del Grupo Clarín, que “en Argentina había 94.883 personas encarceladas en prisiones para fines de 2018. La tasa de encarcelamiento es de 213 por cada 100.000 habitantes y lleva más de 10 años de crecimiento ininterrumpido”. Luego, pero solo referido a cárceles federales, la Procuraduría de Violencia Institucional (Procuvin) informó que “Argentina concluyó 2022 con 11.349 personas detenidas en prisiones federales, 413 más que en el año anterior”.