Contamos en una primera entrega de esta saga que en la estancia La Clavija, ubicada a solo 15 kilómetros de Necochea, en una bendecida zona llamada Las Cascadas, hay un monte forestal de gran envergadura, seguramente uno de los más grandes de todo el sudeste bonaerense. Son 650 hectáreas de eucaliptus globulus, implantadas en la segunda mitad de los años 90.
El ánimo de los inversores dueños del lugar -que planeaban llegar a 1.000 hectáreas forestadas y compraron los derechos sobre otras 4.000 hectáreas de monte de la zona- era conformar allí un polo forestoindustrial, semejante al que años después se consolidó en el norte de Uruguay, gracias al desembarco de la industria pastera en ese país. El primer paso, justamente, era consolidar una oferta suficiente de madera. El segundo sería contar con una industria capaz de procesarla.
Juan Vázquez, como gerente de Bioforestal SA, la empresa que comenzó a desarrollar esa parte del proyecto en el puerto de Quequén, formó parte de esta historia con final poco feliz, porque esa industria no logró nunca arrancar del todo y por el contrario atravesó todo tipo de obstáculos, a punto tal que actualmente tiene su maquinaria en venta. Por otro lado, parte del monte que iba a abastecerla está siendo cortado: los rollizos se trasladan sin procesar, y con un altísimo costo de flete, hasta la planta de Celulosa Argentina, ubicada a unos 700 kilómetros del lugar, en Capitán Bermúdez, Santa Fe.
“En 2008 o 2009 se tenía la madera, porque estas fueron las mayores plantaciones de eucaliptos de toda la zona. Pero no había mercado. Entonces el propietario de la plantación se asoció con uruguayos, que tienen experiencia en el mercado, y se compró una chipeadora”, contó Vázquez. Se trata de una enorme máquina que fracciona los rollizos en trozos muy pequeños, para con ellos luego alimentar a la industria pastera, que hace la materia prima para hacer papel.
La planta que se instaló en Puerto Quequén, estaba diseñada para este proyecto, y la idea era cargar un barco con 40.000 toneladas de esos chips cada tres o cuatro meses. La chipeadora se importó desde los Estados Unidos en 2011, y por eso desde 2010 la empresa salió a comprar mucho monte en pie, para abastecerla. “Se compró alrededor de 4000 hectáreas de monte para tener la madera al momento de tener la planta lista”, explicó Juan.
“Era un proyecto forestal e industrial, estaba todo pensado. Teníamos la madera, teníamos la industria, teníamos el puerto y el barco que venía”, agregó con cierta nostalgia.
Mirá la entrevista completa:
“Como te dije, la máquina es de origen estadounidense, única en el país. Está diseñada para procesar tres camiones, o unas 120 toneladas, cada hora. Y se instaló en tiempo récord. Logramos empezar a producir hasta el momento del embarque”, continúa el relato de Vázquez.
¿Y qué sucedió? El gerente del proyecto quiere evitar en la entrevista la palabra maldita: “corrupción”. Matiza con que “en el momento en embarque se presentaron un montón de trabas, por lo cual se demoró mucho el primer y único embarque que pudimos hacer”.
-¿Cuándo era? ¿En 2012?
-En 2012 hubo muchas trabas en el puerto, distintos tipos de trabas. Y bueno, un barco que tenía que cargarse en 5 días terminó durando 15 días con el extra costo que eso implica. Fue la única vez que yo sepa en la historia que la AFIP trajo un escáner para escanear los camiones de un material que estaba a la intemperie, que eran plaquitas de madera que se cargaba a granel. Se escaneaba cada camión. Pasábamos la madera por un escáner. Entonces, bueno, se produjo un extra costo terrible. Fue una experiencia muy desagradable.
-¿Entonces la propia Aduana les hizo perder mucha plata y las posibilidades de continuar adelante?
-Esta es una mercadería que tiene un precio muy bajo, y los costos portuarios acá eran elevados. Nunca más hubo estabilidad como para hacer una proyección y volver a chipear. En 2014 surgió la posibilidad de venderle toda la madera a Celulosa Argentina, que es prácticamente el único comprador que hay acá en la zona. Así que desde 2014 le estamos vendiendo el monte que teníamos comprado desde 2010.
-Con lo cual trasladan madera sin procesar desde acá hasta allá. ¿Cuántos kilómetros son?
-680 kilómetros. La madera sale como rollizo. La máquina que corta el tronco luego los apila, se los carga y se manda.
-¿Y por qué no le venden los chips?
-Ellos cargan directamente el camión acá y va derecho a la chipeadora allá, entonces no tienen movimientos extras. Nosotros tenemos el flete corto, el costo de hacer el valor agregado del chip, más el flete largo. Por eso que no podemos venderle el chip.
-Y como tampoco pueden exportar, entonces la planta de Quequén sigue parada…
-Desde 2012 está parada. Actualmente se está buscando comprador para la maquinaria, porque ya está en retirada la empresa. Vendió toda la madera que tenía comprada desde el 2008. Se retiró del negocio.
-¿El de Bioforestal era el único proyecto de agregado de valor de la madera en esta zona?
-Sí, el único proyecto.
-Debería haber políticos cortándose las venas por esto, porque finalmente una industria forestal que estaba instalada en Necochea casi no trabajó. Algo pasó que no anduvo.
-Lamentablemente no anduvo, y eso es lo que hubiera generado más incentivo para la nueva forestación. Que todo se potencie: este es uno de los pocos lugares aptos para el cultivo de eucaliptus globulus.
-¿Y cuántas hectáreas de madera podía haber procesado esa industria si hubiera estado funcionando a pleno?
-Se compró buen volumen de monte para abastecerla por cinco años. Después había otros montes para seguir comprando.
-¿Y por qué han mantenido abierta la planta durante todos estos años?
-Desde 2014 estamos vendiendo la madera a Celulosa puesta sobre camión. Eso es lo que permitió tener la planta en stand by por si podíamos reflotar el negocio de exportación. Pero no se han dado las condiciones. Este es un proceso lento: hay que cortar la madera, triturarla, preparar 40.000 toneladas para un barco. Nos llevaría seis meses. Nunca tuvimos estabilidad para determinar los costos fijos como para evaluar el proyecto de hacer otro barco.
-¿Y la mano de obra se perdió? ¿Cuánta gente podría haber trabajado en esto?
-Había 12 personas en la planta. Actualmente queda un solo, un solo casero cuidando todo el predio. Es un predio de siete hectáreas con 12.000 metros cuadrados de un playón de hormigón, palas cargadora, balanza, oficina, todo listo para operar. Pero bueno, ya estamos en retirada. Y es muy triste la verdad. Que esté toda esa maquinaria ahí parada es tristísimo.