La estancia La Clavija, a pocos kilómetros de Necochea, tiene dos particularidades que la distinguen aún a pesar de estar ubicada en medio de una llanura pampeana monótona de vacunos y cultivos. Por un lado, convive con el río Quequén antes de su desembocadura, y lo más curioso es que el mismo ofrece un llamativo paisaje de varias cascadas. La segunda cosa que la distingue es que allí se levanta un frondoso y extenso bosque de eucaliptos, que tampoco es muy usual en esa zona.
Todo tiene explicación: Los dueños de La Clavija son importantes banqueros de la Argentina, que hace un par de décadas no solo diversificaron hacia la actividad agropecuaria sino que también creyeron en que era posible generar en el sudeste bonaerense un polo forestoindustrial de importancia. El conocimiento técnico ya estaba y confirmaba que la zona era muy apta para el cultivo de la variedad de eucalipto globulus. El capital necesario para comenzar lo pusieron ellos.
Esteban Bruel conoce bien la historia porque ha sido protagonista desde el principio, cuando hace 26 años lo contrataron como administrador de esta estancia. La decisión de hacer forestación en algunos paños de menor aptitud agrícola fue tomada en 1996, incluso varios años antes de la sanción de la famosa Ley 25.080 que impuso una serie de beneficios (no siempre cumplidos) a los nuevos proyectos con bosques cultivados.
Mirá la entrevista con Esteban Bruel:
La forestación es esta zona puntual que rodea Necochea es una muy buena opción, especialmente en campos que tienen poca profundidad y la presencia cercana de tosca, a 50 o 70 centímetros. Con ese diagnóstico para ciertos sectores de la estancia, en La Clavija decidieron comenzar con la forestación de 100 hectáreas por año. “En principio era decir le vamos a ofrecer al mundo 100 hectáreas por año de madera”, recordó Esteban.
Un atractivo de este proyecto era que “el eucalipto retoña, vos lo cortas y rebrota y se le puede sacar hasta tres cortes. Por eso el proyecto inicial era hacer 1.000 hectáreas y comprar algo más de los vecinos. Entonces teníamos, desde los diez años, 30 años de manera consecutiva, 100 hectáreas por año para el mundo. Este era el proyecto inicial. No salió del todo así, pero bueno, la plantación se logró”, recuerda Bruel, que se formó como Técnico Agropecuario en Tres Arroyos pero hasta ese momento no había escuchado nada sobre forestaciones en el sur bonaerense, pues esa opción a escala comercial prácticamente no existía. Los únicos montes eran para leña, para autoconsumo de los primeros colonos de esta región.
-Yo lo único que sabía de forestación cuando arrancamos era tomar mate a la sombra del eucaliptus- bromea Esteban.
La decisión de implantar esta variedad de eucaliptus y no otra, además de por la posibilidad de los rebrotes, se debió a que tampoco hay mucha competencia en el mundo, ya que al parecer el globulus crece solamente en una zona de Australia que comparte latitudes con esa parte de la Argentina. El proyecto forestal cerraba con moño, pues la estancia está ubicada a solo 15 kilómetros del puerto de Quequén, y la madera de eucalipto es muy demandada para la producción de pasta y papel.
En este punto, debe recordarse que este producto se inició en 1996, una década antes del conflicto por la radicación de la pastera Botnia en el Río Uruguay, que marcó a fuego la historia reciente de la forestoindustria en la Argentina. ¿Por qué razón? Porque la actividad quedó medio demonizada por las propias autoridades gubernamentales. Y porque los privados, viendo ese estado de situación, rehuyeron de hacer grandes inversiones.
Ajenos a estos avatares, quienes llevaron a cabo esta plantación a gran escala seguían adelante con mucho ingenio e inventiva. Adaptaron maquinaria para la implantación y vieron los árboles crecer, hasta que llegaron a la conclusión de que la tasa de corte ideal de estos eucaliptos se ubicaba entre los 12 a 14 años.
“El primer corte más o menos calzó porque cortamos en el 2012 lo que habíamos plantado a fines de los 90. Se mandó un barco a Noruega”, rememoró el administrador. Pero cuando Bichos de Campo visitó el lugar se estaban cortando montes que habían sido implantados en el 2000 “Estamos cortando un monte de 22 años, es decir que nos perdimos un corte entero en el medio, teniendo todo para hacerlo”, reconoció Bruel.
-¿Y luego qué falló? ¿Por qué el círculo no fue perfecto?
-Por todo lo que falla en la Argentina, básicamente la política, las leyes, las reglas no claras. Primero teníamos una empresa chilena que hacía chips, pero que se fue quedamos sin mercado. El otro mercado lo tenías en Rosario, que es el que estamos usando hoy. Pero vale más el flete que la madera que va arriba del camión. No tenemos reglas claras ni apoyo.
-Claramente falta de una industria transformadora. Estas asumiendo el costo de un flete muy largo. No era el negocio planeado trasladar por tierra la madera tantos kilómetros…
-Exactamente. Hay que agregarle semejante cantidad de flete, que todo se pincha. Pero bueno, llega un momento en que vos tampoco lo podés dejar (al monte) porque llegamos ahora a una tasa de crecimiento negativa y se empezaron a morir plantas. Tenés riesgo de incendio, de que pase algo yla industria exige un tamaño que si se pasa no entra (la madera) en la boca de las moledoras y tampoco sirve.
Por eso en La Clavija siguen cortando el monte viejo, aunque pierdan plata. “Nos guste o no nos guste, estuvimos obligados a cortar. Y te repito, vale menos la madera que lo que cobra el transportista en llevar hoy la madera hasta Rosario”. Es de locos.
En una próxima nota nos enteraremos qué sucedió para llegar a este extremo y por qué fracasó, al menos por ahora, el proyecto de construir un gran polo forestal en la región sudeste bonaerense.
“Se metió un montón de plata, un montón de tiempo, un montón de cuidado, pero hoy el número da justito” define el responsable directo de la plantación, que compara el rendimiento de la forestación con el de un campo agrícola de baja aptitud, como el que utilizaron para implantar los eucaliptos.
La situación es francamente triste. “Para nosotros y para el país -define Bruel-. Deberíamos haber generado trabajo y un movimiento impresionante en Necochea. Es un pecado”. El hombre tiene hoy 51 años. Pasó más de la mitad de su vida detrás de un proyecto trunco, que debería haber terminado de otra manera.
-Uno se involucra al haber hecho este monte. Como te digo, lo conocí desde plantines, me encargué de que no se lo coman las hormigas. Lo tengo casi plantado en el corazón y quería que se corte, quería lograr el margen económico adecuado, pero estoy acostumbrada a la Argentina. A este monte ahora le quedan dos cortes más, pero yo seguro no lo voy a ver. Supongo que finalmente lo vamos a enfocar de forma correcta. O sea, en algún momento nos vamos a acomodar. No podemos ser tan pavo los argentinos de no ordenarnos.