Esta tarde el ministro de Economía, Sergio Massa, y el secretario de Industria y Desarrollo Productivo, José Ignacio de Mendiguren, pusieron en marcha el régimen por medio del cual las empresas automotrices que aumenten sus exportaciones dejarán de pagar retenciones por las ventas incrementales realizadas a partir de ahora. El beneficio, si bien había sido anunciado en marzo pasado, no había llegado a implementarse.
El acto transcurrió con mucha previsibilidad hasta que el secretario de Comercio, Matías Tombolini, intentando parecer gracioso, relató que Massa le dijo “el vasco (por Mendiguren) se encarga de fabricar los dólares; vos cuidalos”.
Los integrantes del sector agroindustrial que estaban escuchando se pellizcaron para intentar advertir si estaban soñando. Mendiguren, lobista tradicional de sectores industriales que son grandes consumidores de divisas generadas por el campo (además de llorones de protecciones de todo tipo para cazar en el zoológico de los pauperizados consumidores argentinos), ¿vendría a ser en la cosmovisión de Massa como el representante de las empresas que son las ‘fabricantes’ de divisas?
Nada más observar los datos de la balanza cambiaria del Banco Central (BCRA) para visualizar, sin posibilidad alguna de malos entendidos, que el sector agroindustrial argentino es el mayor generador –por lejos– de las divisas presentes en la economía.
Massa, en un acto realizado en la planta de la automotriz Toyota, en la ciudad bonaerense de Zárate, llamó a enfrentar a “los que pretenden ‘timbearse’ los dólares de las reservas del Banco Central”.
“Mientras alguna autopartista peleaba para tener dólares, un juez autorizaba 20 millones de dólares para importar toallas”, indicó el ministro, para luego agregar que “algunos compiten en ese deporte de intentar robarle las reservas al Banco Central”.
El problema de que un grupo de personas, con una “botonera” centralizada al mejor estilo soviético, decida quién debe recibir o no divisas para importaciones, además de determinar los montos por distribuir, reside en el hecho de que el margen de error de tal política es extraordinariamente elevado porque no es posible disponer en tiempo real de toda la información necesaria para poder asignar recursos.
La consecuencia de ese dislate está a la vista: empresas que suspenden operaciones, o directamente “cierran la persiana”, ante la imposibilidad de contar con insumos indispensables para trabajar que no se consiguen en el mercado local.
Por su parte, el ministro de Producción de la provincia de Buenos Aires, Augusto Costa, remarcó que “por la escasez estructural de dólares, tenemos que administrar el comercio”. Pero en el mundo si hay algo que sobran son dólares luego de la emisión masiva realizada por EE.UU. para intentar contener los desastres económicos generados por el encerramiento obligatorio pandémico.
Además, los propios datos oficiales muestran que buena parte de la “culpabilidad” de la falta de divisas corresponde al Estado nacional por las importaciones de commodities energéticos realizadas con precios por demás elevados (y muchos de los cuales, insólitamente, pueden reemplazarse con productos locales).