Sandra González y Raúl Lescure conforman un matrimonio viñatero, dueño de tan sólo 5 hectáreas en San Martín, al este de la capital de Mendoza. Cansados de vender la uva a bajos precios a grandes bodegas, Sandra y Raúl decidieron agregar valor produciendo sus propios vinos bajo la marca Pirincho. Lo que es etiquetado y envasado lo hacen también ellos mismos junto a su familia.
“No somos ingenieros agrónomos ni enólogos. Nos formamos a través de cursos en el Instituto Nacional de Vitivinicultura, y más tarde conformamos nuestra pequeña bodega”, dijo orgulloso Lescure. Ellos arrancaron con una gustada para evaluar qué se hacía con el vino; y luego en la mesa familiar surgió el tema de la marca, en honor al abuelo de sus hijas, al cual apodaban Pirincho.
“Nos cambió mucho el margen de ganancias gracias a los vinos. Nosotros antes vendíamos la uva a granel y nos pagaban en 12 meses. En cambio ahora, con la uva ya elaborada, podemos vender a los 3 meses. Además, esto nos permite llegar directo al consumidor final y así terminamos con la canchereada de revendedores, bodega y transporte, que dejaban aislado y a lo último el productor”, explicó Lescure.
“Esta actividad nos demanda mucho trabajo; lo buscamos por una salida laboral pero nos encanta. El vino es como un bebé, porque hay que estar encima las 24 horas del día. Además tenemos venta al publico desde la misma bodega para lo cual se precisa atención”, declaró González.
Lescure agregó que este emprendimiento les permite mantener la familia unida al mismo tiempo. “Estábamos sufriendo el desarraigo. Tenemos 4 hijas mujeres y pensábamos que su futuro estaba afuera. Mientras esta actividad sea rentable, los chicos se quedarán en el campo. Esto fue un modo de no desaparecer del campo y de que nuestras hijas continúen con nosotros en el emprendimiento”, concluyó.