Mi fuente mi citó en un bar de un barrio poco agraciado y me pidió que no lleve celular porque –así lo aseguró– teme que un sistema israelí de seguridad digital lo rastree para grabar la conversación.
Prometió que me iba a hablar de la salida Pedro Vigneau y Germán Di Bella de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca, la cual, si bien fue bautizada de facto como Bioeconomía por Fernando Villela, no logró, en los papeles, cambiar formalmente de nombre.
Luego de preguntarme una y otra vez si no había traído el celular, finalmente accedió a contarme las causas de tan precipitada desvinculación de los profesionales que habían sido designados en la Secretaría de Agricultura por el propio Vilella.
– Aparentemente no querían que cambiase de nombre la Secretaría –me dice la fuente, casi susurrando.
– No entiendo. ¿No era el propio Vilella el que proponía el cambio de nombre?
– Sí, pero la gente de Economía tiene otra propuesta que, según afirman, sería la más adecuada para los tiempos actuales.
– ¿Qué propuesta?
– Se va a llamar Secretaría de Biorecursos Tributarios y Agrodivisas
No pude evitar largar una estruendosa carcajada. Los rostros poco amigables presentes en el bar me devolvieron miradas inquietantes. Algunos estaban en medio de algún tipo de negociación y lo último que querían era tener a alguien cerca que llamase la atención.
Mi fuente me fulminó con la mirada. Prometí comportarme.
– Perdón. No entiendo si esto es una joda.
– Ojalá lo fuera. Dicen que si le ponen así a la Secretaría, los productores finalmente van a entender cuál es su lugar en cadena trófica para dejar de pedir cosas insensatas…
– ¿Qué sería lo insensato? ¿Lo de las retenciones, por ejemplo?
– Por supuesto, entre otras cuestiones que no hacen a la cuestión agropecuaria, cuyo única tarea en la economía es aportar impuestos y proveer divisas. Nada más.
Se me ocurrieron un montón de preguntas. Tantas que no sabía ni por dónde empezar.
– ¿Y Villela qué dice?
– La verdad es que no sé, aunque quizás le gustó lo de Biorecursos. No será Bioeconomía, pero algo es algo.
Cuando iba a realizar una nueva pregunta, mi fuente vio –así lo aseguró– dos figuras sospechosas y salió corriendo. Volví a la redacción sin saber qué escribir al respecto y, finalmente, decidí no publicar nada. Me parece lo más sensato cuando la realidad supera a la ficción.